MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo dieciséis: ARCO, Feria Internacional de Arte Contemporáneo, 2023 (7).
Viernes, veinticuatro de febrero de dos mil veintitrés
… Como dije ayer, en mi visita a la Feria, sin ninguna responsabilidad, salvo la de mantenerme dentro de las más estrictas normas de urbanidad e impecable ciudadanía (yo soy así), me dedico a observar, además de a las mujeres galeristas (diario de ayer), las obras de arte, que, por desgracia en esta edición, me aburrieron más de lo esperado, por un lado; y por otro, a mirar a la gente. Entre los visitantes pude observar a bastante gente modernísima, estilizada, sumamente elegantes, con atuendos originales, de diseño; pero, por encima de sus atuendos, en sintonía con una fulgurante modernidad eran sus pátinas físicas las que más me asombraban, sobre todo en la gente madura, de piel tersa y porte elegante. Sí, eran en sí mismos obras dignas de exhibición, y, en este caso, sobre todo hombres. Sus cuerpos y caras (Lincoln dijo que cumplidos los cuarenta cada hombre es responsable de su cara), denotaban que habían sido y eran personas en las que en su vida había habido cultura y tal vez, también, sabiduría. Y, buenos alimentos y dinero. Daba gusto verlos.
Me gustan los seres humanos de los que se desprende elegancia, son mi debilidad. Octavio Paz: “…labra tu cara,/trabaja tus facciones, ten un rostro/para mirar mi rostro y que te mire…”.
Sigo abundando en la idea o concepto (me pregunto qué tiene que ver todo esto con la Feria; me contesto: -algo tendrá que ver, digo yo-). Dice Rafael Argullol: “Tenemos la cara que merecemos; tenemos el alma y el destino que merecemos; tenemos, incluso, los demonios y los dioses que merecemos. Hay una coherencia secreta, implacable, en todo cuanto ocurre a nuestro alrededor y, asimismo, en nosotros…”. Genial Argullol en esta reflexión (también en otras muchas, me gusta mucho Argullol)
La Fotografía: A mí, en la Feria, me habría gustado más fotografiar a la gente que a las obras (solo a unos pocos, porque el noventa por ciento eran tan corrientes como yo), pero tampoco podía ir en plan reportero metiendo el objetivo en la cara de la gente; no, ni mucho menos. Pero bueno, algunas fotos hice, casi siempre cobardemente, como la de hoy. Ni que decir tiene que me acució poderosamente el deseo de fotografiar el diseño del vestido de la mujer de la derecha, que mostraba una espalda tersa y de muy buen color. No tuve más remedio que fotografiar y a partir de ahí, dejo al criterio de quien vea esta fotografía si estas dos mujeres sin rostro pertenecían a la clase refinada, o a la de simples visitantes. Yo no les vi la cara, pero tengo mi opinión al respecto, que no diré.