LOS DÍAS 34
Sábado, veinte de Mayo de 2023
Ayer, viernes, pasamos dos horas y media en la clínica de especialidades veterinarias. Para nada. Mi Charlie volvió como había llegado, con su enfermedad y sin expectativas de mejora. Nosotros (Naty y yo), con sesenta euros menos y un poco más tontos que antes de entrar. Encima tenemos que volver dentro de quince días. Para nada.
El resto del día, pues nada.
Hoy, sábado, he caminado, hablado con mi amigo-hermano y hemos constatado lo que ya sabemos: que nos gusta hablar de lo que no nos pasa, para que no se nos olvide. Por qué, porque sí, por nada.
A la una y media vendrá Naty, dejáremos a Nuestro Charlie en la casa y nos iremos a comer arroz con algunos miembros de su familia, a saber: su madre, su sobrina y su novio, ambos ingleses. Me invitaron y asistí en calidad no sé muy bien de qué; tal vez como recuerdo que ellos se han olvidado de olvidar, curiosamente, porque yo ya soy únicamente olvido. Mi cuerpo y mi alma no son otra cosa que pasado que para nada sirve.
Al menos confío que el arroz sea sustancioso, el vino agradable y la conversación tranquila porque estemos de acuerdo en todo (yo ya solo soporto las relaciones sociales como si fueran música ambiental, que ni se oye ni se escucha).
Luego, pasaré la tarde escribiendo, o leyendo, o revelando, o deprimiéndome. Ya veré. Por la noche, tal vez, me acerque a ver a Martina (que parece una mujer, pero que tan solo es un concepto) y a tomar una copa. Esto último, el apartado nocturno, altamente improbable.
Evidentemente, la entrada está discurriendo del pasado (la mañana), al presente (ahora mismo, doce y cuarto), y a lo que probablemente pase a la hora de comer (el arroz y la familia que fue, pero ya no); y la tarde y noche, muy improbable a estas horas… pero sí, existió la versión nocturna, aunque Martina no estaba y la copa resultó bastante sosa.
La Fotografía: Pues eso, la comida a base de arroz, el hecho más placentero del día. Y Sam, pp en la foto, que resultó muy simpático.