DIARIO DE VIAJE: Al sureste
Jueves: veinticinco de mayo de dos mil veintitrés.
… También había jóvenes, pero menos. A mí me traía sin cuidado quién fuera la gente que iba y venía por el paseo. Lo que no me daba igual eran mis dolores inguinales que de pronto me asaltaron intensamente y tuve que sentarme porque no podía caminar. Tampoco me daba igual que me hablaran: tres chicos muy jóvenes me abordaron, especialmente uno, argentino (era la tarde de los argentinos), que se dedicó a preguntarme sobre mi cámara (al parecer llama la atención), y sobre mi mundo fotográfico. Le contesté desganado e impaciente. Finalmente se presentó dándome la mano y preguntándome cómo me llamaba. Los vi una o dos veces más y el argentino me saludaba por mi nombre, como si fuéramos amigos. La gente, a veces, es increíble.
Se me hizo de noche callejeando por Benidorm, lloviznando a veces. Me sentía muy cansado y con ganas de cenar y retirarme al hotel. Me senté en una terraza y cené una ensalada, creo recordar. Al camarero también le dio por hablar conmigo (no le hice ni caso, a mí no me gusta hablar con desconocidos, pero en Alicante no debían saber de ese rasgo de mi carácter).
Después de cenar no eran ni las diez de la noche y el hotel estaba muy cerca. Paseé por el otro lado del paseo marítimo, el de poniente. Luego, al hotel. Dormí toda la noche. Al día siguiente me iría de esa ciudad nada más levantarme…
La Fotografía: Realizada en el postrero paseo después de cenar. Cuando fotografiaba la portería y el balón levitante, se acercó a mí un tipo que me preguntó si estaba interesado en fotografiar algo interesante, y añadió, que se trataba de polluelos de gaviota. Le contesté que para eso no había luz suficiente y me largué ¡¡¡vaya tostón de gente, por Dios!!!