LOS DÍAS 42
Domingo, once de Junio de 2023
Ayer, sábado, no contacté con nadie, ni mediante llamada telefónica, mensajería, y mucho menos personalmente. Es curioso, porque aparte de tener asumido que en este momento estoy y vivo solo (salvo que cuento con Mi Charlie y ayer nos hicimos compañía, como siempre), este hecho me perturbó, aunque no fuera en grado absoluto dado que el aislamiento nunca es total porque quedan las conexiones digitales: correo, internet, televisión, música, lecturas… pero el no intercambiar palabras con nadie, ni siquiera un saludo fortuito, me remitió a una cierta sensación de mutismo, que no de silencio; dos experiencias muy distintas: negativa una, por forzosa, violenta y reactiva; y potencialmente positiva la otra, por ser elegida, contemplativa e introspectiva y hasta creativa. Mi trabajo, ahora, tan solo consiste en reconvertir los mutismos en silencios. Parece fácil, pero no está claro que sea así, aunque merece la pena trabajar en eso. En mi tiempo de ahora eso es importante.
Me ha despertado Mi Charlie a las siete, lloriqueando al pie de la cama porque se sentía solo). Se ha subido a mi lado y acurrucado muy cerca. Se ha calmado y dormido en el acto.
La escena afectuosa e interdependiente (animal-humano y viceversa), me ha remitido a la naturalidad hiperrealista de nuestras respectivas vidas: cierta dependencia el uno del otro. Él depende de mí (también de Naty, pero esa es otra historia en su vida) y yo, en cierto modo, de él, porque no puedo irme y dejarlo solo de mí. No creo que nadie, salvo él, dependa en ningún sentido de mí. En la medida que no puedo defraudarlo, tengo que seguir con todo esto, aunque a veces pese un poco. Es la naturaleza de una cierta corresponsabilidad entre seres vivos que se quieren, aunque falte el verbo, las palabras. La relación con las mascotas siempre será incompleta, aunque haya complicidad y entendimiento, porque falta el sentido hospitalario de las palabras, tan esencial.
La Fotografía: “A diferencia de cualquier otro animal los perros han aprendido de los humanos a sostener la mirada”. Antonio Muñoz Molina