LOS DÍAS 3
Dotar de grandiosidad a lo previsible es una tontería…
Sábado, seis de enero de 2024
Ayer me propuse no hacer nada y lo conseguí. Es más, parte de la tarde noche la dediqué a ver una película de más de dos horas y media de duración: La sociedad de la nieve, de J.A. Bayona, (2023), espantoso título, por cierto, sin un atisbo alusivo, ni siquiera lejano a la épica, principal ingrediente de la historia. Creo que está gustando mucho a todo el mundo, a los críticos por lo menos sí. A mí no.
Me parece terriblemente aburrida, a pesar de la infinita pulcritud y perfección de su realización. A ver, es una historia de la que lo sabemos casi todo: cuantos mueren, cuantos viven, cuantos días están cautivos en la nieve, cómo los rescataron y todo lo demás… pues ya está. Yo al menos, independientemente de lo bien maquillados que están los chicos, no necesitaba esa película, ¿y por qué la vi entonces? Yo que sé. Seguramente porque no tenía nada que hacer, y no, no lo tenía. Y por lo que dijo en algún momento un poeta catalán: J. A. Masoliver Ródenas: “Pocas cosas entristecen tanto como la felicidad”. Pues eso, la vi porque estaba triste y porque no tenía nada qué hacer, y lo más importante, porque era un hombre feliz que no estaba dispuesto a reconocerlo por nada del mundo.
Más sobre J.A. Bayona, no recordaba haber visto nunca una película de este director, aunque puede que viera El Orfanato hace años, que gustó a horrores a todo el mundo, y a mí, sin embargo, se me ha olvidado ya.
Eso sí, los Andes son de una belleza inigualable y J. A. Bayona sabe cómo fotografiar esa increíble sinfonía paisajística (apreciación cursi por mi parte).
La Fotografía: Mi aportación estética a la combinación de seres humanos (puro simbolismo) y la nieve, a propósito de la película de Bayona. Eso sí, de un más que dudoso gusto, pero no he sabido resistirme a la tentación, porque a los hombres tristes nos está permitido casi todo para aliviar la presión que sentimos a todas horas.