LOS DÍAS 17.1
“Vivir para ver, esa sería la consigna”. Ricardo Piglia
Domingo, cuatro de febrero de dos mil veinticuatro
Sí, es domingo, pero voy a hablar del sábado por la noche.
Durante el día, bla,bla, bla…
Entré en acción por la tarde noche…Me duché, me arreglé (la única muda que tengo para gustar, por si acaso), cené (lo de todas las noches), y a las nueve salí de mi casa, a un concierto rockero!!! Soy el mejor y el peor conmigo mismo, por ingenuo y escéptico, y todo al mismo tiempo. Abocado a la derrota, nunca me rindo. Aunque sitiado por mi realidad y circunstancia combato como lagarto sitiado con uñas y dientes.
Llegué a La Divergente, donde dije que no volvería, aunque lo puse en duda porque ya no es el momento de sostener posturas irreductibles. Toda declaración de principios es movible, dependiendo del día y el momento. Los agonizantes venderíamos nuestra alma a Dios si este estuviera en condiciones de darnos algo, por poco que fuera. En el colmo de la mala suerte, eso se aprende con el tiempo, cuando ya nada tiene arreglo.
El sitio y estaba más o menos lleno (más bien menos que más).
Gente: predominante joven, entiéndase que casi ninguno llegaba a la sesentena y la mayoría estaban en la treintena, e incluso en la cuarentena. Su aspecto era de gente corriente.
El grupo rockero de perdedores que actuaría se llamaba Los Desterrados (toda una seña de identidad, por eso fui). Donde haya un perdedor dispuesto a correr riesgos y a darlo todo, allí se me puede encontrar (si me viene bien) para ofrecerlos mi aplauso y mi presencia (más no tengo).
Los cooperativistas, los Divergentes ofrecen estos espectáculos a partir de un concepto que ellos llaman -taquilla inversa-, es decir, echar algo al bote que te ponen delante de las narices varias veces mientras dura el espectáculo.
Cómo eran Los Desterrados? Pues “majos” como no podía ser de otro modo, no iban a ser antipáticos si lo suyo es pasar el rato con lo que saben hacer (tocar, cantar y reír), y que les demos unos euros y unos raquíticos aplausos. Aparentemente lo tienen jodido, pero no porque se divertían con lo suyo. Su nombre ya era una declaración de principios y propósitos: a pelear hasta el último aliento, como yo. No lo tenemos fácil.
Por mi parte, para contribuir al ambiente del local y mío propio, hasta bailoteé con disimulo casi en la primera fila, solo, rodeado de gente desconocida, que no estaba sola, todos o estaban en grupo o se conocían entre ellos. Yo no conocía a nadie, pero era lo de menos.
Muy cerca de mí había dos mujeres, sobre todo se me hizo presente una, especialmente atractiva, que de vez en cuando se daba achuchones con un tipo parecido al cantante del grupo, más o menos de la misma edad e imagen, con pendientes y todo. Calculé la edad de esa mujer y deduje que cuarenta, me miré y a pesar de que me sentía guapo y bien vestido, me dije: no es mujer para ti, tío.
Al cantante, a pesar de que estaba cerca apenas si entendía lo que cantaba en plan -soy un rockero legendario, superviviente de mil batallas-. No, no vocalizaba bien y cantaba peor. Son cosas del rock: inmensas ganas que lo pueden todo. Me venía bien el revival, aunque yo no soy un viejo rockero y apenas entiendo de eso.
En ningún momento me arrepentí de haber ido, estaba receptivo, tranquilo y de vez en cuando bailaba. No esperaba nada en ningún sentido. La escenificación era la de un naufragio pero yo llevaba flotador e iba agarrado a un pecio flotante; y además estaba solo y solo tenía que ocuparme en salvar mi cuerpo y mi alma, sin pesos muertos…
La Fotografía: Decía la información ad hoc sobre el grupo: “…formado por ex-miembros de bandas tan importantes como Trogloditas o Rosendo. El rock clásico de poso nacional se mezcla con baladas country, de carretera e incluso himnos en diferentes idiomas…”.