LOS DÍAS 17.2
WHAT KILLED the dinosaurios? José Ángel Valente
Domingo, cuatro de febrero de dos mil veinticuatro
… Cuando Los Desterrados cerraron su estimable y voluntariosa actuación, tanto ellos como yo, nos dispusimos a seguir con nuestro destierro; ellos rodeados de amigos y seguidores, supongo que entre risas y cervezas lo que quedaba de la noche; y yo, solo, caminando por las calles solitarias y frías de mi ciudad hasta donde había dejado el coche. Ellos habían encontrado un modo artístico, social y risueño de llevar adelante su vida en la periferia de casi todo; yo también, aunque por el contrario, llevo el destierro en solitario, sin arte ni aplausos, con superfluo confort. Ellos aprovechan sus experiencias y saber hacer para defenderse del ostracismo, lo mismo que yo, pero sin risas. Resistentes, ellos y yo, haciendo lo que nos gusta, irresistiblemente libres, inevitablemente solos: felices ellos, feliz yo. La vida sigue.
No consigo lo que quiero, pero, al menos, hago lo que me interesa.
Volveré a La Divergente, no porque me guste su rollo de incansables y pesados predicadores, ya que nada tengo que ver con políticas alternativas, tan cansinas y previsibles; sino porque en ese sitio veré a almas descarriadas por lo que estaré en un ambiente acogedor.
A las once y cuarto, del centro me desplacé a un local de copas de un barrio aledaño al centro, que suele estar lleno a esas horas de la noche. Y lo estaba, vaya que sí. Gentes en torno a las treintena-cuarentena, incluso gente más joven todavía; y, entre ellos, algunos sexagenarios, y luego estaba yo: una excepción, tanto por edad como por circunstancia: nadie era tan viejo ni estaba tan solo. Cosas de la irrenunciable singularidad de resistente o como dije ayer, de desterrado.
Aguanté lo que tardé en tomarme una copa escasa de ron con hielo, mirando en torno mío. Alguna que otra mujer me miró pero no supe interpretar sus miradas. No pareció que fueran miradas de interés y propósito. Eso, cuando aparece el lado bueno de la noche, suelo detectarlo.
A las doce y cuarto me fui a otro local, en la otra orilla del río, donde suelo ir los sábados por la noche. En ese sitio la media de edad sube veinte años, la fealdad veinte enteros y la calidad de la música baja otros veinte. El ambiente ni siquiera me dio para pedir otro ron, di una vuelta para verificar que no había nadie que me entretuviera porque me empeñara en ponerme en su ángulo de visión, lo que me vino bien porque eso me permitió salir de allí enseguida.
Apartaba el edredón de mi cama a la una y cuarto, perfectamente sobrio y consciente, y cinco minutos después dormía apaciblemente sin disgusto ni lágrimas. Una vez más había logrado el objetivo de permanecer impecable y evanescente como un holograma. Hombre de carácter y voluntad, eso es lo que quiero ser, al menos a ratos, cuando salgo por ahí a dar una vuelta…
La Fotografía: Vivieron en la tierra entre 145 y 180 millones de años. Ellos sí que fueron unos auténticos resistentes, sin problemas existenciales, a pesar de la opinión de Emile Cioran… Al parecer los asesinaron, según Valente.
Nosotros, los humanos, ni soñar podemos en esa supervivencia porque somos frágiles a merced de los vaivenes de la autoestima y de conflictos emocionales. Dependientes de todo y de los demás hasta la agónica necesidad. Nos extinguiremos después de una existencia fugaz; pero eso sí, mientras estemos aquí, gentes como yo y Los Desterrados, seguiremos en la brecha, con una media sonrisa atravesada y socarrona como la de este Dinosaurio.