DIARIO DE LA NADA 3
“Comienza la vida triste con el deseo de lo bello”. Antonio Porchia
Miércoles, siete de febrero de dos mil veinticuatro
Soy un profundo admirador de la obra de Porchia, siempre me atrapa en sus sutiles paradojas, tan certeras, tan poéticas, tan inteligentes y lúcidas. Son impecables saltos mortales en lo que siempre cae de pie. Eran lo que él llamó Voces (su única e inconmensurable obra). Pero, con la de apertura de hoy me siento perdido. Qué quiso decir exactamente, no lo sé, porque él, siendo consciente como fue de que a través de sus verdades restallantes se acercaba peligrosamente a una inquietante verdad, siempre ofrecía una salida, o al menos eso había creído a lo largo del tiempo. De pronto me he dicho, a ver si no era así… he agrupado mi selección de sus Voces y resulta que no, que sus verdades eran más desesperadas de lo que yo quise creer.
Hay tanta verdad en él que si tan solo pusiera una Voz suya en el diario cada día, solo eso, este diario tendría un peso específico de insoportable e insondable profundidad (si mi foto no lo desmintiera); pero eso no puedo hacerlo y tampoco tendría sentido.
De lo que hablo hoy tiene una doble explicación; por un lado, no tengo nada que contar que supere al recuerdo de Antonio; y por otro, que estoy revelando en estos días fotografías, para mí, de belleza absoluta por desnuda; y una cosa me ha llevado a la otra.
Por cierto, y a pesar de una aproximación más atenta a Porchia, sigo sin entender la cita de hoy. O no, y la entiendo demasiado bien.
No, en estos días no estoy especialmente inspirado, o sí. Yo qué sé.
Qué me sucedió ayer, por ejemplo: pues nada en especial; o sí.
Poco después de desayunar, cuando me disponía a salir de paseo sin Mi Charlie, recibí una llamada de una mujer en apuros, dedicó más de media hora a contarme sus dificultades, para después decirme lo maravillosa que era (eso ya lo sabía porque ya me lo ha dicho muchas veces), para luego, sin preguntarme por nada de lo mío, despedirse abruptamente. Lo de siempre con las mujeres, al menos las que conozco, aunque pueda haber otras más consideradas y aplicadas, supongo.
En la senda, dos de mis amigas de los perros: llevaban seis o siete (yo no, ni siquiera a Mi Charlie).
Luego, a la una, una encantadora y entrañable visita del arquitecto y constructor de nuestra casa (también de Naty), que vinieron a asesorarme sobre lo mejor que se puede hacer en la fachada (está hecha un asco). Después de que se fueran, hora y media después de que llegaran, lamenté profundamente no habernos fotografiado frente a la casa veintisiete años después, viejos los tres ya. Habría sido la foto de hoy, mejor traída imposible. Soy un desastre, distraído siempre. Mis amigos, Federico y Gabino, geniales y cariñosos ambos.
La Fotografía: A ver, no es que yo tenga poderes para detectar la belleza, interpretarla y llevarla en estado puro al soporte fotográfico, no, que va, simplemente es que siempre la he buscado en encuadres que la contuvieran, y en muchos de los casos creo haber conseguido atraparla gracias a ciertos automatismos y la inestimable ayuda de mis viejas Mamiyas RB67, como es el caso de hoy.