DIARIO ÍNTIMO 94
“Buscando papel para escribir a una amiga, se me ocurrió, mientras buscaba, que no era amiga mía”. Peter Handke
Jueves, veintidós de febrero de 2023
Ahora no son papeles sino mensajes, generalmente de WhatsApp o Telegram o alternativas semejantes. Mejor ahora, más eficaz y rápidas las comunicaciones y lo contrario. No seré yo quien niegue la modernidad tecnológica ni ninguna otra.
Durante más de un año mi amiga Carmen y yo (que no, que finalmente no lo éramos ninguno de los dos), mantuvimos una relación mediante mensajería y llamadas casi diarias porque, según ella, éramos amigos para siempre. Yo no lo tenía tan claro porque siempre supe que más bien era un artificio a la carta, pero me dio igual.
Realmente no éramos amigos ni nunca lo fuimos, o sí, no sé; a pesar de que el nivel de confidencias fue sin reservas, hasta el fondo.
Súbitamente, hace cinco o seis meses, la comunicación se cortó drásticamente, sin que mediara desacuerdo alguno, simplemente nuestro deseo de comunicación desapareció sincrónica y armoniosamente (como si lo hubiéramos ensayado a fondo). En ningún momento hemos sentido la necesidad de volver a saber el uno del otro. Asunto olvidado. Como dijo Jules Renard: “No hay amigos: hay momentos de amistad.”
La relación no venía de un pasado compartido, sino de la necesidad de conjurar la soledad por parte de ambos. Nos conocimos a través de una página de contactos de búsquedas sentimentales o sexuales o como narices sean, eso sí, desesperadas casi siempre. Nunca hubo sexo entre nosotros, mejor así.
Sin embargo, si lo hubo con otra mujer C., que llegó a mi vida a través del mismo medio. Con esta mujer siguió habiendo contacto mediante mensajería y llamadas esporádicas a lo largo de meses. Sin entusiasmo ni interés, al menos por mi parte. El otro día recibí un mensaje en el que me comunicaba que volvía a su país (latinoamericana). Nos despedimos fríamente para siempre. El olvido caerá sin culpa sobre esa efímera relación.
“Todos quieren tener amigos y nadie quiere serlo”. Denis Diderot
Sí, esta reflexión del visionario Diderot, de hace dos siglos y medio, presagiaba lo que son ahora las redes sociales y los contactos digitales. Creo que es imposible, a partir de una cierta edad, que los contactos virtuales fructifiquen en nada digno de ser tenido en cuenta. Lamentables pérdidas de tiempo, o no porque funcionen como subterfugios para ir engañando soledades y ansiedades graves que a su vez puedan crear mayores perjuicios. Una estafa asumida por todos.
Cosas de la posmodernidad: las relaciones se convierten todas en superficiales, hasta las aparentemente sólidas y estables y si no que me lo digan a mí y a mi relación de pareja de décadas.
Ahora no quiero nada de nadie, y menos con mujeres, pero como no soy un estoico perfecto o si lo soy es desde un plano pecador; ayer mismo, mientras leía a primera hora de la tarde, recibí un mensaje desde Telegram (nada que ver, aparentemente, con los “contactos” sentimentales), de una mujer que se llamaba J. (bellísima y jovencísima), al que contesté: buscaba a un tal Antonio y como no era yo, obviamente, se disculpó. Creí que la súbita y equívoca situación había acabado, pero no, porque ella siguió remitiendo mensajes a los que yo contestaba (en ese momento no me apetecía otra cosa).Todo era un artificio, por supuesto, su foto, su nombre y sus circunstancias eran falsas; pero eso no me impidió entrar en el juego, en el entretenimiento; y por qué, sencillo, porque no tenía nada urgente que hacer y porque me vi fuertemente estimulado por la belleza de la jovencita. Como me pareció que la situación se prolongaba innecesariamente, la envié un mensaje diciendo que lo sentía, pero que no podía seguir con los mensajes porque estaba ocupado (mentira). Ella me contestó: -escríbeme cuando hayas terminado- No lo hice, al menos esa noche.
La Fotografía: Su foto de perfil de cuenta de mensajería, ella dijo de sí misma: que era de Singapur, vivía en Barcelona y que tenía 32 años. Nada era verdad, por supuesto; ni siquiera la foto. Pero qué más daba, pensé, lo que me impulsó a seguir con el artificio; por qué no, si nada tengo que hacer en mi vida social y si además era tan fácil imaginar que la belleza de esa mujer era real, aun sabiendo que no lo era. Jugar a mentir, siempre que no duela, también vale.