COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 41 y 2
“Maravillosa tragedia espacial shakespeariana (…) de una belleza fría y apabullante… Dune arrebata” Marta Medina (El Confidencial)
Domingo, tres de marzo de dos mil veinticuatro
…A mí, no tanto; aunque todo lo que tenía que ver con la arquitectura física de la película si me pareció cautivador. La concepción del encuadre, por ejemplo, porque es el que yo vengo utilizando desde siempre: planos medios o lejanos horizontales, con el punto de interés en el centro del fotograma. El estilo visual, el diseño de producción y la indudable imaginación en la creación de dispositivos, las naves, grandes y pequeñas, estas últimas ultrarrápidas con diseño de mosquitos; aparte del vestuario en general y soldados en particular que manejan unas espadas cortas con ultrapoderes con mucho colorido destellante. Realmente todo eso me pareció fascinante, pero no tanto la historia literaria en sí, escasamente sorprendente.
No obstante no dejo de reconocer que situarme y encima opinar sobre obras de creación tan vastísimas como lo es la obra literaria de Frank Herbert que, entre otros títulos, escribió seis libros sobre el mundo Dune, de 1965 a 1984, aparte de dedicar muchos años a investigar y crear ciencia ficción; o Denis Villeneuve, director de las dos partes de Dune, además de otras dos de estimable calidad y multipremiadas como son La llegada (2016), soporífera película para mí; o Blade Runner 2049 (2017), que no recuerdo (veré si está en alguna parilla para verla o echarla un nuevo vistazo), es una prepotente frivolidad. Pero lo hago porque puedo, aunque supuestamente no deba por falta de criterio y autoridad. Es lo que hay.
Por otro lado, difícilmente puedo situarme en la historia adaptada que nos cuenta Villeneuve, dado que no he visto la segunda parte que al parecer es superior a la primera, que completa y facilita la comprensión integral de la historia. Cuando vea esta última, volveré sobre el asunto, a ver si consigo abarcar el sentido último de esta obra, que, según el director es, también una historia de amor entre Paul, heredero de la dinastía Atreides, del planeta Caladan y Chani, nativa Fremen, del planeta Arrakis. Ambos guapísimos.
La Fotografía: Imágenes como esa me impulsaron a ver la película porque me resultan de un magnetismo al que hay que rendirse y yo lo hago, incondicionalmente. Otra cosa es que pueda entrar en el juego que propone Denis Villeneuve: “Lo complejo es asegurarte de no perder de vista las relaciones personales, más precisamente la que tienen Paul y Chani, porque ese es el eje de la historia. La relación entre ellos dos es la que sostiene el drama en el filme. A través de la mirada de Chani y Paul sentimos la presión política y cultural, y también la opresión (…) Pero a la vez es importante que aunque el filme tenga dimensiones épicas pueda establecer una conexión emocional con el espectador…”.
En este caso, a mí, al menos en la primera parte, me ha resultado prácticamente imposible ir más allá del envoltorio estético y llegar al corazón de lo que pretenden contarme. Superficial yo; pues sí, lo más seguro.