COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 43 y 2
“No sé si voy a poder… estoy destruido…”. Monólogo final del Tío Vania (versión 2).
Domingo, veinticuatro de marzo de dos mil veinticuatro“
¿Te imaginas que fuera posible cambiar por completo tu vida?”, se pregunta Javier Cámara en la piel de Vania.
Algo así se debió preguntar Pablo Remón a la hora de plantearse una segunda versión de la obra de Chéjov. Lo malo es que se respondió que sí. Bueno, a ver, tan malo no resultó, pero sí prescindible.
Me pregunto: ¿qué necesidad había de convertir la obra en una astracanada para hacernos reír estruendosamente, y lo hicimos, vaya que sí?
Me contesto: Ninguna. Aunque reírse esté muy bien.
Tío Vania sueña durmiendo la siesta bajo una sombrilla de Coca Cola, frente a la fachada de una casa de campo en La Mancha (Toledo, precisamente Toledo, qué casualidad), que ha participado y ganado en un concurso de Masterchef (con unas migas manchegas). Ahora se llama Iván y dice soñar en cultivar con su tractor los rastrojos de su finca, y eso lo dice con una gorra de la Caja Rural. Innecesaria analogía, me parece. También cuenta como le deprimió lo limpio que estaba Oviedo, en un viaje de una semana. Eso me hizo bastante gracia porque yo quiero ir este mes a Oviedo, en un viaje de una semana también (miraré con atención si está igual de limpio y si lo está lo mismo me deprimo como él). O el cuñado que sueña con entrar en la RAE y que está escribiendo una biografía de Azaña que no acaba nunca porque tiene el formato de 1:1 según dice sarcásticamente Vania, que odia al cuñado.
En fin, localismos a los que no terminé de ver la gracia por muy divertidos que fueran, que lo eran. Sí, ya sé que viene a demostrar que cualquier obra se puede recrear desde los más diversos puntos de vista; pero en este caso todos los personajes pierden registro y matices expresivos en relación con la primera versión. Y la obra en sí, sentido e intensidad dramática.
No obstante, para mí habría sido impensable no haberla visto. Además, esta versión la vi desde la fila 2. También disfruté mucho de esta representación. Ah, el espacio escénico de Mónica Boromello, no mejoró en absoluto, seguía siendo horrible, pero con muchos más elementos.
Los actores muy bien, especialmente Javier Cámara, que siguió inmenso.
Es de agradecer a Pablo Remón una propuesta tan intensa y original.
La Fotografía: Los actores, otra vez; en un escenario nada brillante, a pesar del juego que propuso Mónica de representar la versión rusa de los personajes frente a una dacha; y la manchega, a la derecha de la foto, frente a una casa de campo.