LOS DÍAS 34
“…Enfrentado a mis demonios busco ganarme a mí mismo. Quizás este sea el destino del viaje. La magia de la vida es el encuentro. El encuentro nos mueve. Nos posiciona…Nos acerca. El alma de la fotografía es el encuentro…”. Alberto García Alix
Viernes, diecinueve de abril de dos mil veinticuatro
Llevo dos días en blanco (probablemente, algunos más): ni pienso ni siento, solo me arrastro de un lado para otro al compás de una música con sordina, sin emoción, ritmo o corazón. Es hilo musical del que ni siquiera se oye. Ahora, mientras escribo, a las ocho y cuarto de la mañana, oigo música de la que sí se oye y escucha: Albert King.
Ayer por la tarde di un último repaso a mi guion de viaje que iniciaré el domingo, a las siete de la mañana. Solo deseo estar vivo durante los días que dure. Eso comporta, primero, despojarme de cualquier atisbo de ansiedad; segundo, tomarme todo lo que me encuentre o me suceda con mucha calma y constante curiosidad; tercero, no desdeñar ningún momento que suponga placer momentáneo, como por ejemplo cualquier comida apetitosa; cuarto, y esto es importante, no situar mi atención o mi actividad mental en nada que esté más allá del propio viaje. Fuera de eso, nada hay interesante para mí ahora.
Además, Gabriel, mi hijo, para aliviarme de la tortura que supone para mí las noches en hoteles de mierda que es donde puedo pernoctar, me ha regalado tres noches de hoteles lujosos en distintas ciudades. Bien, por Gabriel.
Mañana, sábado, cuando Naty se lleve a Mi Charlie, me ocuparé de preparar todo lo necesario para el viaje. Acabo de comprobar que la temperatura bajará diez grados con relación a los últimos días. Una contrariedad, pero nada que no pueda resolver con algo más de ropa de abrigo.
Acabo de comprar Los Escorpiones, de Sara Barquinero, nueva autora joven que al parecer es una revelación. Este título es su ópera prima, impresionante y prometedora según alguna información que he obtenido sobre la marcha. La duración de escucha es de 30 horas y contemplo que me acompañe en el viaje: yo, viajero, con Barquinero contándome cómo ve ella la vida de sus personajes, mientras conduzco.
Dice uno de los textos promocionales: “La anhedonia y el escapismo de Barquinero se encuentran aquí con lo mejor de La broma infinita de David Foster Wallace y las novelas de Don DeLillo, entrecruzándose con los ecos de 2666 de Roberto Bolaño, Ottessa Moshfegh, Mariana Enriquez o Michel Houellebecq».
Definición de la RAE, de anhedonia: Incapacidad para sentir placer (eso me resuena íntimamente).
Aunque, mientras reunía la información sobre la obra de Barquinero, se me ha colado un nombre: Ottessa Moshfegh (la única que no había leído), y enseguida he investigado y he comprado inmediatamente: “Mi año de descanso y relajación”, y la he colado en la lista de lectura. Con lo cual saldré de mi casa oyendo a esta autora. Dicen algunos de los comentarios críticos: «Divertida y despiadada, astuta, inteligente, muestra cómo muchos de nosotros llevamos vidas indolentes y alienadas aunque no nos hayamos convertido en reclusos narcotizados.»…Escribe con tal serenidad misantrópica que leerla siempre resulta un placer.» The New York Times
A la vuelta escribiré sobre el propio viaje y sobre las novelas que haya oído, relacionadas con la acedia, tan cercana y propia.
Hoy y mañana no sé qué podría hacer que pueda aportarme buen “rollo”. En este preciso momento de mi vida hay algo que me interesa por encima de todo: pasar desapercibido, ser invisible e inexistente; un ente que se parezca a un holograma reactivo a todo y a todos, especialmente a mí mismo.
Me estoy atascando en el maremágnum de mi propia confusión. Lo dejo ya.
La Fotografía: Arcángel San Miguel, venciendo al demonio, de Luisa Roldán (La Roldana, s XVII). Los demonios siempre hay que procurar vencerlos, y yo a los míos también, claro. Foto metafórica de mi propia lucha con el mal.