DIARIO DE VIAJE: al Norte.
“Fuera del domicilio, en el arriesgado ejercicio del nomadismo, el primer viajero con el que te encuentras eres tú mismo”. Michel Onfray
Primer día, domingo, veintiuno de abril de dos mil veinticuatro (1)
Me levanté a las 6:15. Desayuné y ultimé los últimos detalles del equipaje.
Salí de mi casa a las 7:30, dirección Medina del Campo. No me acompañaba nadie.
No me sentía contento; tampoco triste. Respiraba sin ansiedad y no me dolía nada.
Qué diferencia con los viajes infantiles (excursiones colegiales), en los que la noche anterior no dormía pensando excitado en lo que viviría el día siguiente. Ahora no, simplemente voy y ya está; tan solo espero no tener contratiempos.
El recorrido fue tranquilo (225 Km), sin ningún incidente y sin parar en ningún momento.
Llegué frente al Castillo de la Mota a las 9:45. Lucía un sol espléndido.
No tenía un plan de visita de la ciudad, a pesar de que había dos o tres puntos de interés. El castillo no abría hasta las 11 de la mañana. No sé porqué los sitios turísticos, monumentales, singulares, culturales, abren tan tarde, sobre todo para mí que me levanto tan temprano.
Pretendí ir al casco histórico sin resultado. El navegador, de vez en cuando, sin avisar e inexplicablemente adopta una postura reticente y obcecada y no me lleva porque no, sin explicaciones. En algún momento, para probar la falibilidad del dichoso y utilísimo recurso, he utilizado dos navegadores distintos (Google Maps y Waze) con una misma dirección, en paralelo y uno me indicaba que girara a la izquierda y el otro a la derecha. No puedo con eso…
La Fotografía: El exterior del castillo era impresionante, bellísimo y espectacularmente conservado (s XIV). Sin embargo, una vez dentro, la visita resultó absolutamente decepcionante; gratis tan solo se veía el patio y la capilla. Creo que había visitas guiadas donde mostraban más puntos, la soberbia torre del homenaje, por ejemplo, pero no me apetecía ajustar mi ritmo (que no era ninguno en especial) al guía de turno.