DIARIO DE VIAJE: al Norte.
El viaje: un partir de mí, un infinito de distancias y un arribar a mí. Antonio Porchia
Primer día, domingo, veintiuno de Abril de dos mil veinticuatro (y 4)
…Después de la visita incompleta a Ampudia (ni vi el castillo por dentro, ni comí); me dirigí a Trigueros del Valle (tan solo 17 km), donde había un castillo al que llaman encantado, donde tienen montado una especie de parque temático con iconografía en figuras y protagonistas de historias mágicas, especialmente del siglo XX, como superhéroes y cosas así; para deleite de familias y niños (en ese segmento, el de los niños, encajaba yo perfectamente). Solo pretendía fotografiar para mis historias en este diario.
Llegué a las tres y media y paré frente a un bar-restaurante de la plaza. Pedí de comer y me dijeron lo mismo que en Ampudia, que estaban completos; pero al menos me ofrecieron una ración de torreznos con su grasa y todo, que acepté encantado y que tomé con gusto y una cerveza. Al menos comería algo.
A las cuatro me dirigí al castillo, pero no abría hasta las cinco. Paseé por el pueblo y subí a la ermita Virgen del Castillo (portada mozárabe del siglo X), asentada en un alto cerro en el que proliferaban entradas cerradas a cuevas que parecían bodegas y que en su origen fueron eremitorios. Desde la altura se divisaba un amplio paisaje y el pueblo debajo. Me acompañaba el sol, en su mejor versión. La temperatura: perfecta.
A las cinco menos cuarto ya había una considerable cola para entrar en el castillo. Y yo, con ellos.
Recorrí las diferentes estancias, fotografié monstruos, rarezas y superhéroes (todo ingenuo e insustancial), como haría el niño que también viajaba conmigo. Poco después salí del castillo continué adelante: hacia Venta de Baños y a una abadía cisterciense, San Isidro, en la que no entré, solo fotografié por fuera.
De ahí a Villamuriel de Cerrato, del que recorrí algunas calles sin bajarme del coche. No me sedujo especialmente; pero sí la Iglesia de Santa María la Mayor (s XII), grande y espléndida con arquitectura en transición del románico cisterciense al gótico. Contaba con tres naves espaciosas y un rico retablo. Lo más llamativo del templo era la impresionante torre románica, de grandes dimensiones y estructura militar.
Cuando salí de la iglesia ya llevaba doce horas seguidas sin parar. Me sentía algo cansado por lo que decidí dirigirme a Palencia (53 km) y buscar el hotel reservado por Gabriel. Estaba de suerte, era de los buenos.
Llegué a las ocho, tomé la habitación, me duché y salí a cenar algo por el barrio. Entré en el primer bar mierdoso que encontré y claro, pedí unas rabas que fueron congeladas y grasientas. Estaban tan asquerosas que me dejé la mitad.
Volví al Hotel, me tumbé perezosamente en la cama y vi el partido del Real Madrid en el iPad, que ganó al Barcelona, y eso estuvo muy bien. Nada más terminar el partido me quedé dormido. El día, con altibajos, había resultado interesante. Además era el primer día de viaje y todavía no sentía la picadura del persistente silencio que me acompaña en mis –road movie-…
La Fotografía: “Sálvame de la boca del león, y líbrame de los cuernos de los unicornios”. Salmos 21:22.
“Y fui cazado igualmente por el olfato, igual que el unicornio, que se duerme al dulce aroma de la virginidad de la doncella”. Richard de Fournival, Bestiario de amor en prosa.