24 MAYO 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 50
Fecha de diario
2024-05-24
Referencia
10320

DIARIO DE LA NADA 8.2
“Te quiero para olvidar que los demás existen”. Vicente Núñez
Jueves, veintitrés de mayo de dos mil veinticuatro

… Llegué al restaurante cinco minutos antes de la hora fijada (21 h). Ya había una mujer grande, alta y ancha (cintura), sentada en la mesa que me tocaba. De rostro agraciado, semblante sonriente y carácter empático. Acogedora. En el saludo me causó buena impresión (lo demás vendría después). En la corta conversación que tuvimos ambos, se mostró muy positiva y satisfecha de sí misma (no parecía que tuviera problemas de autoestima). Me dijo que lo que más detestaba, sobre todo para estos eventos, es que resultaran aburridos; por lo que tampoco las personas que lo fueran le gustaban -estuve completamente de acuerdo, ocultando, por supuesto, que yo lo soy un poco-.
Y en esto llegó un asistente más, esta vez un hombre sexagenario (parecía), grato en el saludo y de perfil sociable y amable, al menos esa impresión me causó; me dije: si algo no funciona al menos me quedará este hombre que seguro que no fallará. Como así fue; es más, era un sabio, pero eso lo fui sabiendo poco a poco.
Unos instantes después llegó el cuarto comensal, negro y de pelo blanco, también muy positivo, con ganas de integrarse (ya había compartido otra cena con el anterior, el sabio, y no lo digo de coña, era verdad). Lo curioso es que al presentarse dijo que tenía nacionalidad compartida, pero como en nuestro idioma era muy difícil entenderle, todos interpretamos que era belga; y en varias ocasiones le preguntábamos cómo era eso de ser belga, momento en el cual él ponía cara de estupor, hasta que dijo que él nada tenía que ver con Bélgica, que era inglés-español y viceversa. Todo en ese hombre, al menos para mí, me resultó algo confuso (al parecer era profesor en una escuela de negocios). Se empeñó en contarme, le tenía sentado al lado, cómo eran los cruceros turísticos y claro, no podía interesarme menos el cuento.
Un minuto después del crucerista, llegó la quinta asistente (la sexta/o no llegó nunca). Era una mujer delgada, supuse que también sexagenaria, con indumentaria vip (a la moda), media melena morena, cara curtida por mil soles o por el mismo número de sesiones de solárium, bonitos ojos verdes y desenvuelta de actitud (como posible objeto de deseo, era la que más me interesaba). Era de un dinamismo vertiginoso, tanto que, según contó, llegaba un poco tarde porque, impremeditadamente, había obedecido a su navegador y este, artero y traidor como el mío, la había conducido por una dirección prohibida en la que se había adentrado. La esperaba la policía y la multó, claro. Quizá fuera un avieso complot.
Pienso que sí, que muy probablemente lo que me pasa es lo que dice Núñez, que quiero encontrar a alguien con quien pueda soñar el amor para así olvidarme del resto del mundo.
Lo que deseo es subirme a una torre, como Montaigne, pero con alguien a quién mirar y escuchar y tocar, a ver llover por la ventana. Pero me está costando demasiado despertar de ese sueño imposible y asumir que, en mi vida real, a la que yo puedo acceder, eso es imposible.
Decía el sabio budista que asistió a la cena (que ese hombre estuviera fue una suerte), que las cosas negativas que yo dije en algún momento, que sí, que las dije, eran la causa de que no recibiera influencias positivas (quise entender: atención, comprensión y cariño, o algo parecido) de otras personas. Porque mi “mal rollo” (eso lo digo yo), él no lo dijo (era budista y buen hombre), no sé porque ignota ciencia infusa llegaba a los demás (ellas), y entonces se jodía el buen rollo y el nirvana amoroso (esto también lo digo yo) …
La Fotografía: El bebé viejo, en la euforia de los primeros compases de la cena social, que, como no está acostumbrado, se siente levemente depositado por un  espíritu bueno (quizá mi ángel protector) en una nube algodonosa, libando el puro néctar de la compañía de otros seres humanos (lo auténticamente puro es mi relamida y sarcástica cursilería).

Pepe Fuentes ·