17 JUNIO 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Película: Testament, de Denys Arcand (2023)
Soporte de imagen
DIGITAL 8000
Fecha de diario
2024-06-17
Referencia
10408

COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 48
“Lo que hay que hacer para que una gota de agua no se seque: ponerla en los labios de alguien que tenga sed”. Josep María Esquirol
(La penúltima verdad. Ensayo sobre la vida humana).
Viernes, catorce de junio de 2024

Ayer jueves, deambulando aburridamente por la parrilla de canales de TV, de pronto, saltó a la pantalla una película: Testament (2023), de Denys Arcand, que tanto me había hecho disfrutar desde los años ochenta, Las invasiones bárbaras (2003), por ejemplo, y con películas tan vibrantes como El declive del imperio americano (1986) y treinta años después La caída del imperio americano (2018). Aparte de una filmografía diversa y siempre interesante a lo largo de cuarenta años. Testament, parece que es la última, ya que, Denys cuenta con 82 años, edad en la que, quizá, sea el momento de una honrosa retirada con esta última y brillantísima película, que tanto disfruté.
-Un hombre, Jean-Michel, de setenta años, repasa, apoyado en una pared de un pasillo lo que significa la vida en ese momento para él: -Nada-, ya que no consigue conectar con el presente. Se siente desgajado de la actualidad y le acomete una gran indiferencia, que no depresión porque sigue teniendo una postura activa frente a la vida. Solo espera la muerte y ya ha dispuesto lo necesario para su total extinción cuando llegue la parca (no tiene familia).
Vive en una residencia para mayores en la que establece una esperanzadora relación con la directora del centro.
La historia que cuenta Arcand, plena de un desbordante sentido del humor, despliega subtramas y críticas aceradas hacia esa abominable y vomitiva tendencia en expansión que es el género neutro, lo –políticamente correcto-, o, dicho de otra manera, el dichoso woke tan doctrinario. Esa hoja parroquial llamada El País, ha calificado la película como reaccionaria y carca. Es imposible mayor ignorancia y torpeza a la luz (o mejor a la sombra) de lo que significa vivir más allá de estúpidas ideologías reduccionistas, simplistas y lo que es peor, sectarias.
Jean-Michael, el encantador y sobrio protagonista de la historia, a partir de su vacío existencial, se ha ofrecido a sí mismo la compañía de una mujer, a la que recibe y paga una vez a la semana para que le escuche un rato, mientras ella le acaricia amorosamente la cabeza.  Sentirse visto, reconocido, acariciado y escuchado es tan importante como que la vida sin esta atención básica es invivible, me temo.
Él consigue, sin proponérselo, que la directora lo escuche del mismo modo que lo hace la asistente afectiva, que no terapéutica (no es lo mismo).
Él (con la cabeza apoyada en las piernas de ella): -pregúnteme como ha ido la última semana-
Ella: -cómo ha ido la última semana-
Él: -Lo de siempre. Una tarde fui a ver una película insignificante. Me aburro. Sabe lo que hago ahora y que nunca hacía de joven: leo los obituarios del periódico y cada dos o tres semanas veo el nombre de alguien que conocía. Hace unos años visité a una mujer que se estaba muriendo de cáncer, habíamos sido amantes, estaba demacrada y pálida, era la primera mujer que moriría con quien había hecho el amor. Envejecí muchísimo aquel día. Antes de morir, mi madre decía: ya no tengo a nadie con quien hablar. Yo también he llegado a ese punto. La mayoría de mis amigos de la universidad ya no están, éramos sesenta en el mismo curso, y en la última reunión quedábamos diecinueve y dos de ellos tenían Alzheimer prematuro. Mi hermano, al que adoraba, también murió. Echo de menos a mis muertos… Usted, imagino que nunca se aburre-
Ella: -pues sí, me aburro, de la mañana a la tarde, y por la noche también…
Ni que decir tiene, que me sentí íntimamente cercano a ese hombre (también a la mujer). Sí, y también disfruté con la maravillosa historia que cuenta Arcand porque hablaba de su vida, de la mía, y de todos los que hemos doblado ya tantas esquinas, pero que seguimos necesitando amor como cuando éramos adolescentes (la sed de amor dura toda la vida).  Por si fuera poco, la película, no es en absoluto lacrimógena ni triste, todo lo contrario; es una auténtica fiesta porque está llena de expectativas felices (la película acaba estupendamente).
La Fotografía: Jean-Michel, recibiendo los castos y amorosos cuidados de la directora de la residencia, que también está sola. Bellísima imagen que tanto dice sobre una de las verdades de la vida, la que se siente cuando tal vez se ha vivido demasiado tiempo y por delante está el páramo silencioso y los odiosos woke.

Pepe Fuentes ·