CENA RARA 3.2
“Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere”. Antonio Porchia
Jueves, seis de junio de dos mil veinticuatro
…Las dos mujeres que ya estaban sentadas nos recibieron, a la mujer Diez y a mí, con sonrisas y simpatía. Acogedoras.
Yo también me mostré muy simpático, dentro de mis escasas habilidades en este aspecto; la mujer Diez, igual (la llamaré así para que quede claro que sentí una absoluta predilección por esa mujer, a lo largo de la cena).
Unos minutos después llegaron una mujer y un hombre. Ya éramos seis. A la mujer no la conocía (no me gustó); al hombre sí (era la segunda cena que compartíamos). Se trataba de Míster V, absolutamente encantador en la anterior cena (fue la persona que más me gustó entonces), y ahora celebré mucho que apareciera, y él también que yo estuviera (me lo dijo después), tanto que nos dimos un afectuoso abrazo. Es más, ya pensábamos que estábamos destinados a respetarnos y apreciarnos, tanto que, probablemente, nos haremos amigos.
Ya estábamos todos (cuatro mujeres y dos hombres), y como siempre pasa, enseguida nos dedicamos a hablar todos contra todos, atropelladamente porque había prisa en saber unos de otros, o más bien dejar nuestra marca a fuego sobre la mesa, porque solo faltaba que pasáramos desapercibidos entre tan poca gente.
No obstante, a priori, a mí solo me interesaba la mujer Diez y Míster V, porque me cae estupendamente.
Las tres mujeres restantes, bueno sí, más o menos, porque eran conversadoras y de buen talante, menos una, que no, todo lo contrario.
Nada más empezar el hecho que nos reunía (socializar, pero dentro de un orden), surgió una estúpida polémica porque al presentarnos, la mujer que se sentaba a mi lado dijo que ella estaba casada y activa matrimonialmente; y la última mujer que llegó (la que no me caía bien), funcionaria retirada y estúpida de vocación se lo reprochó con intolerancia; a lo que ella respondió que sentía una absoluta libertad para asistir a una cena o donde le diera la gana. La mujer Diez y yo la apoyamos decididamente ¡faltaría más! Que ahora nos comportáramos como integristas antiliberales e inflexibles, con lo mayores que éramos todos. A partir de una cierta edad (y siempre), o eres empático, indulgente y encantador o eres un despreciable tonto (tonta en este caso)
Otra de las mujeres se mostró discreta y Míster V silencioso, porque esa es la función de las personas sabias: administrar silencios…
La Fotografía: Esta santísima mujer, aferrada a su fe y principios muestra una actitud desgarrada y sufriente, propia de personas que van por el mundo exhibiendo sus convicciones pese a quien pese y a costa de lo que sea, como la cordialidad que se suponía que tendría que imperar en una cena de extraños. La imagen solo es una metáfora, dado que la obra se trata de Magdalena Penitente, obra de Pedro de Mena (1664) fotografiada en septiembre pasado, en el Museo Nacional de Escultura, en Valladolid.