DIARIO DE VIAJE: al Norte.
“Luis Fernández era hombre de hablar pausado y voz queda. Sus palabras acababan a veces en un borroso murmullo que dejaba el sentido de lo dicho como en una voluntaria penumbra o indefinición difícilmente conjeturable”. Orlando Pelayo
Séptimo día, sábado, veintisiete de abril de dos mil veinticuatro (1)
Nada más levantarme tuve el pálpito de que sería el último día de viaje. Me asomé por la ventana y llovía. Miré la previsión del tiempo, y también llovía. Todo el tiempo. Me asomé a mis entrañas y también llovía.
Me pregunté: ¿Qué harás todo el día en Oviedo (era lo previsto), dando carreritas de portal en portal para no mojarte? Me contesté que no, que eso no me hacía ninguna gracia. Llamé al hotel que tenía reservado en Oviedo (otro regalo de Gabriel), para intentar anular la reserva. Me dijeron que no, que ya no era el momento. No me extrañó. No obstante, fui más generoso que ellos y anulé en firme la reserva.
Partí en dirección a Oviedo (53,5 km), con intención de pasar al menos la mañana en la ciudad.
Antes de llegar paré en Santa María de Naranco y San Miguel de Lillo, templos del prerrománico asturiano (s IX), ambos cerrados. Ni siquiera salí del coche ya que diluviaba cruelmente.
Llegué a Oviedo en torno a las ocho y media. Como siempre hago en estos casos, me doy una vuelta hasta que abren la catedral, lo primero que visito siempre. Antes desayuné en un bar, lo habitual (tengo mucho apego al menú de tostada con jamón y tomate). Paseé por las calles del casco antiguo hasta que abrieron la catedral.
A las diez entré para realizar la visita. Principalmente de estructura y componentes góticos, pero con aportaciones románicas, renacentistas y hasta barrocas. Me resultó especialmente interesante el museo sacro y el claustro.
Después de la catedral, el Museo de Bellas Artes, el más importante de Asturias, ocupa tres edificios: Palacio Velarde, Casa de Oviedo-Portal y la Casa Solís-Carbajal. Lo más destacable, el numeroso fondo, al parecer con cerca de 15.000 obras; y autores como Goya, Picasso, José de Ribera, Gutiérrez Solana y varios retablos de pintura flamenca, aparte de artistas contemporáneos, como Juan Muñoz o el Equipo Crónica y muchos más.
Independientemente del esplendor y riqueza del museo, me pareció que lo esencial, desde el punto de vista museístico, era el buen criterio en el despliegue de las obras expuestas, y, además, una monográfica de un artista desconocido para mí (casi todos lo son), llamado Luis Fernández (Oviedo 1900-París 1973), pero de este importante artista hablaré mañana…
La Fotografía: Una interesante perspectiva cenital de las plantas del Museo. Bueno, es lo que a mí me parece (la fotografía). De cualquier forma, la arquitectura y concepto espacial del museo lo era, sin duda. Me gustan mucho los museos. Son una prueba en defensa de la idea de que, tal vez, la humanidad está aquí para algo más que simplemente morir. Aunque no sé, tal vez no haya tanto margen para la indulgencia.