COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 51
“Un tonto sigue siendo hasta el final un tonto, y un zoquete, aunque esté en el paraíso y rodeado de huríes”. Arthur Schopenhauer
Domingo, cuatro de agosto de dos mil veinticuatro
Hoy y mañana tontos, sí, hasta el atropello ético y estético. Ahora, por la noche, estoy viendo una serie de contenido político: Marsella, con un Gerard Depardieu inmensamente gordo, pero muy simpático (tiene una gran sonrisa, de gran actor). Sin embargo, a pesar de una cierta nobleza que adorna el personaje que interpreta en esta serie: el, Depardieu, como individuo, es un ser de comportamiento cuestionable por su intolerable machismo y desconsideración abusiva hacia las mujeres, que hacen de él un tipo francamente despreciable y odioso (yo también estoy en guerra con ellas pero por motivos diametralmente opuestos).
Cualquier aberración en el comportamiento personal de alguien, tiene un origen en lo más íntimo de su ser: la tontería, son tontos, y por eso mismo, irredimibles por la estructura básica de su naturaleza.
La serie: intriga política que empezó aburridamente (previsible), remitiéndose a la eterna lucha feroz e inclemente por el poder, en sus capítulos iniciales, hizo que solo me interesara por la belleza de las mujeres que aparecen (especialmente la del alcalde (Depardieu), la actriz Géraldine Pailhas). También me parecía deslumbrante la ciudad, tan luminosa y azul, espléndidamente fotografiada. Creí que eso era todo, hasta que el guionista y creador, Dan Franck (novelista de abundante obra literaria), tomó cartas en el asunto y comenzó a dar sucesivos giros a la historia aumentando considerablemente la carga emocional, con destellos y reflejos de las complicadas biografías de los personajes y la serie empezó a crecer e interesarme cada capítulo más y más. Indudablemente, el buen ritmo, las estimables interpretaciones y un guion con los suficientes matices argumentales están haciendo que me mantenga interesado…
La Fotografía: Tanto el personaje principal de hoy, como el de mañana, tienen un denominador común en su comportamiento en relación con las mujeres; para ellos, la mujer, las mujeres, son depositarias de su obscuro objeto de deseo, de placer, hacia el que ellos se consideran con el derecho incuestionable de poseerlo, sin tener en cuenta la dignidad y consideración absoluta que se les debe como seres humanos e iguales. Así son ellos, brutales y despreciables en su vida privada o pública, por mucho talento que posean en sus profesiones, ya que son incapaces de integrar valores morales básicos a su personalidad se convierten en tontos inaceptables e injustos.