DIARIO ÍNTIMO 101 y 2
“Nada puedo decir de mi entera, simple y sólidamente, sin confusión y sin mezcla.” Michel de Montaigne
Domingo, once de agosto de dos mil veinticuatro
…Hasta la hora de comer (13:30), una vez que constaté que la inspiración no asistiría a la fiesta, he contestado llamadas y mensajes, inusualmente numerosos (por lo del cumpleaños). Hasta dentro de un año no me volverá a tocar tanta actividad sociofamiliar. Seguramente serán menos, porque si somos pragmáticos (ellos y yo), iremos cortando con relaciones que no sirven de mucho, salvo a mí: si me reconocen y se acuerdan de que existo es que todavía estoy vivo, según tengo entendido es así.
Mi amiga Mariola me regaló dos libros, vía soporte digital, uno de Jambrina, autor al que conocí personalmente (hace mil años que sucedió, después no he vuelto a saber de él); y otro, Los Genios (sobre la amistad truncada de Vargas Llosa y García Márquez). Mis dos nuevas amigas son las que más atención me han dedicado, una, Mariola, la única que me ha regalado algo; y Consuelo, la única que me ha cantado ¡cumpleaños feliz! (hoy, un día después). Como se nota que hace casi treinta años que no nos vemos.
-Comí mi menú recurrente (gazpacho y 8verduras). Después subí a la sala de estar y no estar, y esta vez ha tocado -no estar- porque caí en una especie de duermevela pesada, sudorosa, embrutecedora (casi no había dormido la noche anterior).
-A las cinco decidí que algo tenía qué hacer. Mi cuerpo no me respondía, no me dolía nada, pero me sentía arrasado por el cansancio y la desgana, o tan solo era depresión (debía ser a causa del titánico esfuerzo de cumplir un año más y que unos pocos se encargaran de recordármelo).
-Volví a la sala, en este caso de no estar, con un café. Me tumbé y me dediqué, perezosamente, a rastrear películas en las parrillas de varias cadenas. Encontré algunas en una que no frecuento (Movistar), estrenos y clásicos, que guardé en la lista de ver después. Me felicité.
-Eché de menos que siguieran las felicitaciones por la tarde, pero que va, no hubo más porque ya no había nadie más ¡qué poco duró la fiesta! Tengo que reconocer que me gustaría ser protagonista a todas horas del día y de la noche.
-A las ocho decidí ver una peli de las que había preseleccionado. Antes, me preparé la cena (nada extraordinario, lo de siempre). La película resultó una mierda (Hotel Royal, creo que se titulaba).
-De noche ya, a las once y media, salí a dar una vuelta. Llegué a un barrio donde hay cervecerías con terraza y ahí se daba una circunstancia previsible, al menos en mi ciudad; todo el mundo se sienta en las mesas de la calle y los interiores se quedan vacíos. Como a mí no me gusta compartir salas de estar con desconocidos me fui. De ahí a un bar de copas, igual, las mesitas ocupadas se convierten en microcosmos inaccesibles para extraños y las zonas que habitualmente son comunes, donde solemos refugiarnos los solitarios, de pie, permanecen vacías.
Volví a mi casa a la una menos cuarto. Me dormí, como siempre que salgo, antes de que mi cabeza toque la almohada. No hay como aburrirse para dormir pronto y bien.
¡Qué alegría de día, por Dios!
La Fotografía: Uno de mis paisajes (nocturno y breve) del día en el que inauguré un nuevo año y, quién sabe, tal vez una nueva vida (es inevitable ahora, ya que cada día es una nueva vida porque quizá sea el último).