20 AGOSTO 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Museo de Bellas Artes, Oviedo (España)
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2024-08-20
Referencia
10359

DIARIO DE ENVEJECIMIENTO 59
“El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad”. George Bernard Shaw
Domingo, dieciocho de agosto de dos mil veinticuatro

Mi envejecimiento es un proceso vivo, aunque degradante, que me acercará a la muerte.
Tendré que sufrir un duro proceso que comenzó en el mismo instante en el que percibí mi cuerpo contaminado por esa infamante pandemia universal que es la odiosa vejez.
La corrupción será progresiva y no acabará hasta que todo acabe.
Necesito aprender a tratar con el deterioro irreversible y a convivir con él maldito síndrome físico y psicológico.
Viejo ya no me queda espacio para nada más, solo para eso. La cruda realidad y circunstancias lo invaden todo, he dejado de ser quien era para ser solo viejo. Antes de ese estadio pude ser cualquier cosa, luego no, y ahí radica el drama, he pasado a ser unívoco. Que no me vengan con pamemas consoladoras porque me resultan tontas y hasta ofensivas.
El proceso de aprendizaje es duro, insufrible a veces; sí, porque se trata de una resta incesante: lo que antes era capaz de hacer, pero ya no.
Esa deconstrucción y desgajamiento de lo que fue mi ser entero no tiene compensaciones y mucho menos beneficios indirectos, salvo, tal vez, sentarme o tumbarme a mirar el cielo, acariciado por una suave brisa y oyendo (el hecho físico de leer ya es un esfuerzo considerable que voy abandonando casi sin darme cuenta), una apasionante novela (ahora: Dos amigas, de Elena Ferrante) y conseguir conectar con la inigualable sensación de que nadie espera nada de ti y que ya no tienes ninguna responsabilidad ante nadie y tampoco frente al mundo.
Dicho así parece un anticipo de la gloria, ese quimérico estadio de después de la muerte en el seno de las religiones (todas dicen eso, pero es mentira, son insultos a la inteligencia de cualquier ser normal).
En ningún momento habrá paz, el camino será un infierno porque ya no soy miembro de pleno derecho del mundo de los vivos, sino del territorio de la premuerte porque ya he salido del mundo. Ya no existo salvo para cumplir las funciones primarias: comer, beber, vestirme, desvestirme, asearme, dormir y todas las servidumbres escatológicas; salvo eso nada de nada.
Cada día: ninguna suma y una o varias restas, lo que se va para no volver. Las más graves no son que antes tuviera sexo, por ejemplo, y ya no; que se me vaya un amigo para no volver; que dejen de reconocerme como ser vivo, como persona; que nadie me vea y nadie piense en mí; no, esas no son las peores, aun siendo dramáticas; no, las que más me adelgazan, precarizan y enferman, las que provocan asquerosas náuseas son las de la propia indiferencia, el hastío, el desinterés por lo que antes me impulsaba y ya no y que jamás será sustituido por otro deseo, por otras ganas, por otra ilusión. Es la desoladora desmotivación la que está convirtiendo mi vida en una habitación vacía y oscura sin atisbos de luz a los que dirigir la mirada y a la que pueda seguir mi cuerpo entero.
Ese es el aprendizaje y la experiencia más insoportable y dura que experimentaré a lo largo de mi vida toda.
La indiferencia de la que habla Bernard Shaw… hacia uno mismo, también es inhumanidad.
La Fotografía: Museo de Bellas Artes de Oviedo: En el asilo, de Evaristo Junquera (1906)

Pepe Fuentes ·