DIARIO DE UN CONDENADO 11
Un cuentecito: ¿florecen las orquídeas en los eriales?
Lunes, diecinueve de agosto de dos mil veinticuatro (toma 3).
… Todas las reflexiones del cuentecito performativo y fotográfico de hoy me conducen al mismo punto, al mismo drama, a la zona cero del desequilibrio de las vidas humanas, tan subordinadas a aspectos orgánicos, neurovegetativos y al paso del tiempo existencial.
En el momento en que ya no hay atracción ni sexualidad entre hombres y mujeres, unos y otros se dan la espalda; entonces la vida acaba y empieza el penoso calvario de la vejez.
Hay gentes que eligen vivir junto a otro del sexo contrario (normalmente, matrimonios) y parecidas circunstancias para limpiarse las pústulas mutuamente (cuidarse, y eso está bien, creo). Otros, sin embargo, elegimos la soledad, pero como eso suele ser un desafío terriblemente exigente porque es la edad de la fragilidad y de las carencias, buscamos un sustituto del que hayamos podido tener en otro tiempo, generalmente del otro sexo, en caso de los “hetero” (aunque ya la sexualidad será escasa), con la ingenua ilusión de que encontraremos a alguien a quien entregamos y así seguir reproduciendo lo mismo otra vez.
Creemos que volverá a nacer el amor y con él la eterna juventud (la ilusión del amor suele ser juvenil y ya, se acabó). Y, de paso, ilusionarnos con la loca idea de que nos inoculamos el remedio contra la pandemia universal y viviremos para siempre.
Todo eso es inútil, puro autoengaño, pura mentira. Sí, porque no hay personas adecuadas para cada edad; sino que son las edades las que determinan las personas. Y para la tercera edad (así la llaman, otro eufemismo), ya no hay personas (la vida no está diseñada así) es la edad quien decide, nada podemos hacer porque ya el cuerpo es un ectoplasma y sin él no hay libertad de decisión ni de acción.
Así somos los humanos, pobres seres capaces de perder la razón buscando una mirada, unos instantes de atención, una palabra de cariño, una caricia; y si no lo conseguimos nos vemos abocados a la inhóspita brutalidad de la soledad, a deshacernos víctimas de la inclemente lepra sentimental y emocional… a la locura, tal vez…
La Fotografía: “Debes tener un amor –un gran amor en tu vida– porque proporciona una coartada para la desesperación sin sentido que nos abruma. Albert Camus