COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 55
Pregunta Miguel a Max: ¿Envejecer, tú sabes cómo se hace eso? Claro que sí, contesta Max: -sin temor ni esperanza-
Personajes de la película Cerrar los ojos (2023), de Víctor Erice.
Miércoles, veintiuno de agosto de dos mil veinticuatro
Víctor Erice tiene ahora ochenta y cuatro años. Fue un gran director de cine y, al parecer, sigue siéndolo. Afortunadamente, para todo el mundo. Su trabajo nos enriquece a todos. Fue artista de pocas películas, todas intimistas, todas serias, todas intensas, todas esenciales porque buscaban desentrañar el ser en contraste con el hecho de vivir. Lo que tal vez Erice no sabe (o sí), es que su mundo, su mirada, su arte ya no es de este tiempo. De cualquier modo, es asombroso que a su edad realice una película de largo aliento como la que hizo el año pasado.
Vi la película el lunes y, me gustó tanto, que di un paseo por ella, intermitente, ayer, martes.
Es una película inmensamente triste, no solo por lo que cuenta, sino como lo cuenta, desde la irredimible tristeza, dibujada en las expresiones de sus personajes, en sus acuosas miradas, en lo que dicen y en cómo viven, ya instalados en sus vidas acabadas en escenarios ruinosos e incómodos. No es solo eso, es como ha filmado Erice, en un permanente claroscuro donde se mueven sus personajes viejos interpretados por actores viejos. Claro, a mí, una historia como esa solo podía interesarme y encantarme. Gracias, Víctor.
La película es larga y no importa, porque es verdad, a pesar de que en algunos momentos se vean algunos innecesarios costurones. No importa, Víctor, todos estamos cansados y a veces nos ponemos un poco pesados y determinadas situaciones se nos van un poco de las manos, y lo digo yo, porque sin ser tan viejo como tú, de espíritu lo soy más porque, ahora ya apenas si puedo hacer algunas fotos sueltas, mientras que tu levantas una película de tres horas. Admirable. Me rindo a tu grandeza por ser capaz de crear con hondura y belleza.
Las críticas son excelentes (las de críticos inteligentes y sensibles), como una entre varias, de Luis Martínez: «Prodigio enigmático y perfecto (…) una película que se hace y deshace en cada plano, que oculta lo que deja a la vista, que desanda los caminos de la realidad desde la ficción (…)”.
Y luego están los tontos, los que no hay modo de que se permitan un descanso, una tregua de su ser insustancial, como Boyero (El País): «Inmune a esta poética de Víctor Erice. Soy incapaz de sentir nada grato. Tampoco me irrito demasiado. No sé qué es peor, si la indiferencia o el encabronamiento (…) tres horas, que se me hacen tan largas como nada exultantes”. En este caso, me llama especialmente la atención que, mientras que para mí la película es una oda, un sugestivo homenaje a lo que se fue y ya no puede ser, a la irremisible época final de las vidas en plena despedida por el inexorable paso del tiempo; y esas íntimas y respetuosas sensaciones al ver la película desde mi edad; han sido tan distintas en Boyero que, curiosamente, tiene mí misma edad. Quiero pensar que he evolucionado correctamente con mi tiempo, con respeto al hecho de vivir y haber vivido; mientras que ese tipo solo lo es hacia su irrespetuosa y ególatra presunción.
La Fotografía: A la izquierda Max (Mario Pardo, 80 años), el que sabe envejecer sin esperanza; a la derecha Miguel (Manolo Solo, 60 años), el que pregunta cómo se envejece porque no sabe, pero claro, todavía le quedan veinte años de aprendizaje.