LOS MICROVIAJES
A Segovia: día 3
Domingo, uno de Septiembre de dos mil veinticuatro
… Lo primero, un desayuno de mierda carísimo en el bar del hostal (no me acuerdo cómo se llamaba). La culpa la tuvo la anciana reseca y antipática que fue la que me sirvió y cobró y que, al parecer, era la última que se iba del bar por la noche y la primera que llegaba por la mañana. Me tomó por idiota y encima me dejé. Mientras desayunaba llegó un hombre enjuto frisando los sesenta, mal encarado, con barba de varios días y cojo. Se acercó al mostrador y habló con la mujer de negro con la naturalidad de los que se conocen de toda la vida, de sus cosas, las de todos los días, de sí llovería o no, y cosas así. Puso una moneda encima del mostrador y ella le sirvió un sol y sombra (anís y coñac baratos), en una copa baja panzuda de las antiguas, hasta arriba; se la bebió de un trago, sin respirar; la mujer le sirvió otra e hizo lo mismo. Eran gestos mecánicos, sin palabras. Se fue renqueando y relatando algo que no entendí, pero borracho no estaba (yo, después de esos dos súbitos y rebosantes copazos me tendrían que haber llevado al centro de salud a reanimación).
Partí hacia Ayllón y después continué hacia Maderuelo (17 Km), pueblo antiguo, encumbrado longitudinalmente a lo largo de una estrecha cima desde la que se divisa el pantano de Linares formado por el río Riaza. Aparqué y recorrí el pueblo de un punto a otro, hasta las ruinas del castillo, situado en el extremo norte. Había restos de construcciones singulares como puertas medievales y la iglesia. Ahora cuenta con 109 habitantes. Apenas fotografié.
Cuando terminé el recorrido me pregunté qué hacer y quedé en suspenso porque no tenía demasiadas ganas de seguir explorando los pueblos de la zona. Eran en torno a las doce y decidí iniciar una ordenada retirada de la provincia. Elegí la siguiente parada en Santa María la Real de Nieva, muy al sur de donde me encontraba, a 120 Km, nada menos. Me di la razón, justo porque llegaría a la hora de comer. Pretendía visitar el monasterio gótico (s XIV), que contaba con un interesante claustro. Después, por la tarde, me iría acercando despacio a mi casa, pensé.
El recorrido, por lo que fuera se me hizo muy largo (no sé si di un rodeo innecesario). Aparqué en el centro y me dirigí al monasterio, del que solo pude visitar el claustro, al monasterio no pude pasar, no había visitas en ese momento. Busqué algún restaurante y no lo encontré. Un bar en la plaza reunía a casi todo el pueblo tapeando. Los habitantes de los pueblos acuden a la plaza los domingos por la mañana a encontrarse todos con todos, supongo, con lo vistos que deben estar unos de otros ¡qué cansina manía!
Tomé una cerveza y una tapa de mierda (ni siquiera tenían raciones). Decidí volver a mi casa (otro día sin comer).
Llegué de vuelta en torno a las cuatro y media y sí, por fin comí, pero en mi casa, y ya se sabe, como en casa en ningún sitio.
La vuelta por la provincia de Segovia había acabado felizmente y sin cansarme apenas.
La Fotografía: De Riaza a Ayllón (22 Km). Nada más llegar, de frente, el puente romano que cruza el río Aguisejo y enfrente un arco de una de las tres puertas que tenía la villa. Enseguida la plaza mayor, que fotografié porque me pareció el punto más interesante y bello del pueblo. También di un rodeo por calles adyacentes. Interesantísimo sitio; a fin de cuentas, fue un enclave desde la época celtibérica y después, aparecieron godos, visigodos y musulmanes y muchos de los reyes y figuras religiosas y caballerescas de la edad media.