LOS DÍAS 59
“He reinado ya más de cincuenta años en la victoria o en la paz; amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados; riquezas y honores, poder y placer estaban a mi disposición; ninguna bendición terrenal parecía estar fuera del alcance de mis deseos. En este predicamento conté diligentemente los días de pura y genuina felicidad que me tocaron, ascienden a catorce”. Abderraman III
Sábado, veintiocho de septiembre de dos mil veinticuatro
Espeluznante cita introductoria. Aterradora. La traigo directamente desde ayer mismo, del momento que comencé a leer (oír): Los días perfectos, de Jacobo Bergareche. Es la cita, también introductoria de esa novela. Llevo poco leído, por lo que apenas si puedo aportar alguna reflexión más derivada de la lectura (oída, una vez más audible, no sé qué sería de mí sin este maravilloso recurso). El protagonista de la historia de Jacobo, sí parece que vive días perfectos porque se ha enamorado locamente (la única manera de enamorarse, si no enloqueces no te has enamorado, solo te has acoplado). Bergareche habla en su novela de un breve relato de Peter Handke: Ensayo sobre el día logrado (sueño de un día de invierno) 1991, que he buscado en Ebook, y que he encontrado. Lo leeré. Nunca he sido un lector constante de Handke, con su premio Nóbel y todo, y no sé porqué ya que fui entusiasta de una obra suya en los años ochenta: El peso del mundo. Más adelante, injustificadamente, me olvidé de él, y eso que es un escritor con los más maravillosos títulos que imaginar se pueda (se ve enseguida, solo con consultar la lista de sus obras).
Vuelvo a dónde empecé: la historia de Bergareche (que no conocía de nada) me está interesando, especialmente porque su criatura parece un perdedor en lo que más le interesa ser un ganador: el amor. Eso me remite a una pregunta también inquietante: ¿es posible que el amor logrado pueda ser una vivencia plena y continuada? Me respondo porque sí, porque me da la gana: No, sin duda, me parece. El amor logrado muta rápidamente en costumbre y un par de curvas más adelante, en pura inercia en el mejor de los casos, y desdicha en el peor.
Estoy disimulando (silbando y mirando al horizonte), porque siento pánico a hacerme las preguntas pertinentes que justifican esta entrada: Vamos allá: ¿Cuántos días plenos y felices has vivido? Me contesto: que pueda recordar (condición inexcusable para que sean memorables), Ninguno (pero claro, estoy lejos de poder parecerme a Abderraman III).
Por pasiva: ¿Cuántos días plenamente desgraciados has vivido? Me contesto: que pueda recordar (condición inexcusable para que sean memorables), Ninguno.
Entonces, vuelvo a preguntarme: pero tú ¿estás seguro de haber vivido hasta ahora? No, ni mucho menos. Quizá, tal vez y tan solo, en los momentos orgásmicos, y ya, pero esos suelen ser tan breves que no alcanzan para todo un día.
Claro, para mí, el panorama no puede ser más desolador si considero que, para el protagonista de Los días perfectos, de Jacobo Bergareche, sus días perfectos son los vividos en la enajenación del enamoramiento y en la pasión del sexo arrebatado (sin una cosa y otra, que deben estar unidas, necesariamente, los días perfectos son imposibles); y yo, como todo el mundo sabe (yo incluido), ya no existe ninguna posibilidad ni para una cosa ni para otra. Es necesario que me cree un paradigma a mi imagen y semejanza: días que sean absolutamente neutros, puro vacío, de la mañana a la noche. Y silenciosos, cualquier sonido procedente de otro ser humano en ese día perfecto, malograría el logro.
En otro momento, seguiré con este interesante y desesperanzado asunto capital de la vida.
La Fotografía: Esta imagen expresa todo lo que he querido decir: sensualidad, luego promesa de éxtasis carnal; amor arrebatado hacia la imagen simbólica del amado; victoria sobre la muerte (calavera que tan solo es apoyo funcional); echada en posición desmadejada por el anhelo y la promesa de plenitud en un jardín paradisiaco más allá del espacio y el tiempo… Esta mujer poseída por el gozo (carnal y espiritual), es la representación ideal de lo que vendría a ser un momento de perfecta felicidad inolvidable, tan intensa que podría extenderse a días y días perfectos.