8 OCTUBRE 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
San Juan de la Peña (nuevo) Huesca
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2024-10-08
Referencia
10538

LOS DÍAS 62
“En este mundo en el que vivimos, el que no se deprime es un psicópata”. Manuel Vilas
Domingo, seis de octubre de dos mil veinticuatro

En el diario de ayer (entrada del 3 de octubre, jueves), decía que todo estaba encarrilado. Quizá era así en ese día. Hoy no, hoy me encuentro en vía muerta.
Me he levantado exactamente como me acosté anoche, desolado, el sueño del sábado al domingo no ha reparado nada, todo lo contrario.
A las siete y media he decidido levantarme, me he arrastrado hasta el estudio con un café en la mano, un ligero dolor en el hombro izquierdo y todo el desánimo que soy capaz de concentrar en mi cuerpo, decrépito ya porque tengo setenta años.
No hay esperanza para los septuagenarios, ni falta que hace porque ese católico sentimiento tan solo sirve para contrastar y medir la desesperanza que a partir de un cierto momento es inabarcable, y lo peor: habitual.
Sí, como he dicho en una entrada de estos días: estoy leyendo El mejor libro del mundo, de mi escritor favorito. En esta última obra repite mucho que tiene sesenta años (ahora tiene 62), como si fuera una línea divisoria, un antes y un después en su vida y creo que, para mal, según parece. Supongo que Vilas ya debe intuir que lo verdaderamente trascendente es tener setenta (a los ochenta, mejor ni llegar). Curiosamente, su –mejor libro del mundo- se parece mucho a este diario (que para mí es el mejor diario del mundo), porque, también se articula en cortos capítulos en los que cuenta todo lo que le pasa (sobre todo por la cabeza), pero mejor escrito y vivido porque él, Vilas, es mi escritor preferido, capaz de escribir el mejor libro del mundo. Pero, me veo obligado a refutar la cita introductoria de hoy: da igual el mundo en el que se viva, lo que inevitablemente deprime es estar vivo.
Anoche salí a tomar una copa (realmente solo tomé un sorbo y abandoné el vaso por allí, en cualquier mesa o barra). Solo estuve media hora. Fui donde siempre, un sitio horroroso en el que la música pierde su bella naturaleza para convertirse en un pachangueo torturante, urdida por monstruosos e inclementes seres sin sentido de la decencia y menos de la belleza. Aunque, eso no es lo peor, lo que es verdaderamente insufrible es la visión de las mujeres-zombi más feas y deformes del mundo. Por eso voy a ese sitio algunos sábados siempre a las doce de la noche, porque es el momento del caos, de la muerte y del inframundo. Esa experiencia desesperada recoloca mi sitio en el mundo como ser anómalo, allí todos somos anomalías, y me calma, aunque al día siguiente me levante desolado, como hoy.
Ayer pensé en qué hacer hoy domingo sin decidirme por nada de lo que se me ocurrió, a saber: hacer una excursión siguiendo una ruta de molinos quijotescos (Consuegra y Campo de Criptana, para terminar en Almagro, tal vez comiendo berenjenas); ir a Madrid para ver una exposición de arte muy prometedora, adelanto de lo que será, al parecer, una colección estable de primer nivel museístico, de Pérez Simón (quizá más interesante que la de los Thyssen); o no hacer absolutamente nada. Todo dependería del espíritu con el que me levantara. Hacerlo ha sido una experiencia traumática, sin el menor atisbo de vitalidad más allá de una abrumadora depresión. ¿Entonces? No haré absolutamente nada, permaneceré inerte, con virtual respiración asistida todo el santo día.
Nada estaba encarrilado… más bien descarrilado.
La Fotografía: Yo mismo, en la mala noche y peores sueños del sábado al domingo. Ese espectral aspecto me lo provocó mi visita al lugar de los aquelarres estéticos de medianoche del sábado. No es de extrañar que me levantara el domingo como lo hice, desarticulado y desvitalizado, lo raro es que no muriera a las cuatro de la mañana en la soledad de mi dormitorio. Debo tener más cuidado con lo que hago y con lo que no.

Pepe Fuentes ·