15 OCTUBRE 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
pepe fuentes (Toledo)
Soporte de imagen
DIGITAL 50
Fecha de diario
2024-10-15
Referencia
10548

LOS DÍAS 63
«La atención es la más extraña y más pura forma de generosidad». Simone Weil
Martes, ocho de octubre de dos mil veinticuatro

Hoy no tenía pensado ir a mi peluquería, pero de vuelta de mi paseo he pasado por la puerta y me he decidido a entrar, ya me tocaba raparme. Me gusta mucho ir porque mi peluquera me afeita la cabeza (hoy también me la ha lavado), y me aplica una especie loción o crema o yo qué sé, y todo lo hace con especial cuidado y deferencia profesional. Mientras me hace la cabeza me la mejora también por dentro porque es una mujer cercana que se interesa por mi (yo también por ella) y eso supone que charlemos amigablemente. Hoy había una chica postadolescente en prácticas y cuando ha terminado me ha ofrecido que esta me hiciera la manicura, de regalo. Mientras, ella ha ido a por el desayuno para los tres (cafés y bollo). Hemos charlado tranquilamente en un ambiente acogedor, mientras tomábamos el café y la aprendiza me terminaba la manicura. Sí, me gusta mucho ir a mi peluquería porque me siento atendido y hasta mimado: me ha ofrecido una manicura o pedicura cuando quisiera porque me lo merecía. Sí, eso a dicho. Me asombró su disposición porque a mí nadie me dice ya esas cosas (lo del merecimiento) y menos suelo recibir ese trato tan atento de nadie ajeno. Sí, me gusta mucho mi peluquera, pero no solo porque sea una mujer joven y atractiva, sino, también, porque es atenta y generosa conmigo. Me gusta infinitamente más que mi dentista, por ejemplo, que me parece una tipa distante, como de darse mucha importancia. Establezco esa comparativa porque ambas se relacionan con partes de mi cabeza, mi dentista más interna y oscura porque mira y actúa dentro de mi boca (órgano vital, me parece); pero mi peluquera también, porque da igual que sea por fuera. Ana, así se llama, también podría ser mi terapeuta porque mi modo de ser ahora ya va por fuera: dentro de mi cabeza ya no hay nada, está vacía, se me han terminado las existencias.
Luego, más tonificado vitalmente he vuelto a mi casa a no hacer nada en especial, salvo la fotografía de hoy, que realicé nada más llegar.
La Fotografía: Quizá con mi peluquera, que trabaja sobre la piel de mi cabeza, es con quien establezco una relación más íntima ya que es lo más profundo y revelador de nuestro cuerpo; en la piel está grabado a fuego el tiempo  y la calidad de lo vivido. No sé qué puede pensar mi peluquera cuando ve y trabaja sobre esta piel tan dañada, tan avejentada, tan irredimible. No se lo preguntaré.
PS: Sí, ya sé que no hay ninguna parte del cuerpo que sea más digna o indigna que otra (lo sé porque lo dice mi escritor favorito, Manuel Vilas, en el libro que estoy leyendo ahora); pero, viendo esta foto, esta cabeza de viejo, que además es la mía, me da un poco de asquito, no me gusta, y en contra de lo que dice Vilas, y como no soy médico, sino un esteta, me parecen más dignas y estimables las jóvenes y bellas cabezas.

Pepe Fuentes ·