LOS DÍAS 67
“Ten valor, ten compasión; y por lo que más quieras, pásatelo bien”. Diana Dill (Exmujer de Kirk Douglas)
Martes, quince de octubre de dos mil veinticuatro
Ayer, catorce y lunes cumplió años Armando (62), mi amigo fraternal. Naturalmente, lo felicité, aunque ahora eso ya no toca, y eso piensa también él (pero que por mí no quede). Tiene los mismos años que mi escritor favorito, y sé que a ambos no les interesan estas felicitaciones tan carentes de sentido a estas alturas. Mi próximo cumpleaños será el de los 72, si llego (no lo celebraré, salvo que me enamore y eso será altamente improbable). A partir de los setenta mi vida pende de un hilo, y, por si fuera poca la inquietante sensación, ni siquiera tengo sexo.
Mi amigo fraternal, hace tan solo cinco años se sentía pleno y tranquilo. Yo, más o menos, porque siempre me han salido al paso objeciones que me costaba soslayar, pero bueno, nada que ver con ahora que vivo sobre una gorda de la que hasta me da miedo bajar, no vaya a ser peor todavía.
Cada semana mi hermano fraternal y yo nos reunimos en una cumbre telefónica de en torno a una hora y analizamos en profundidad lo que nos pasa y lo que no, que es casi todo. Llevamos más de un año sin vernos y probablemente no lo volvamos a hacer (para qué).
Mi amigo fraternal es inteligente, lúcido, implacable en la percepción de todo lo que le rodea (yo también, salvo inteligente), y es en ese territorio donde nos encontramos, recordamos, nos comunicamos y queremos. Ahora ya no esperamos casi nada de la vida, salvo que no nos aplasten los años de mala manera. Conclusión: cada edad tiene su afán y sus risas; a partir de un cierto momento, los esfuerzos siguen, pero las risas no.
La Fotografía: Durante algo más de diez años, desde dos mil ocho (y antes, pero sin conocernos), nos reuníamos todas las noches de los sábados, con más gente también (parejas) que ya he olvidado; cenábamos juntos muchas de las veces y terminábamos tomando copas en nuestro bar habitual (que eran todos, centenas o miles), hasta la madrugada, pasándolo en grande porque no había nada que nos preocupara, salvo reírnos con tonterías y cosas graciosas.
Mi amigo fraternal es un hombre tremendamente divertido y ocurrente (mucho más entonces que ahora, porque en aquella época era despreocupadamente feliz). De vez en cuando se inventaba de modo espontáneo y brillante una especie de historia que duraba gran parte de la noche y que resultaba recurrente a modo de monólogo humorístico que nos hacía reír y reír. Recuerdo que la noche de esta fotografía (septiembre de 2016), se inventó una dolencia en un testículo y eso le sirvió para fabular sobre lo que le pasaba y las terribles consecuencias que podría acarrearle tan súbita, molesta y peligrosa dolencia (dado la sensibilidad de la localización del mal). Como se puede observar en la foto, Armando, mi amigo fraternal, en ese momento con tan solo cincuenta y cuatro años está aferrando sus partes dañadas (solo en su imaginación) mientras los demás prestábamos atención al gracioso relato de su mal. Éramos más de los que aparecemos en la foto: Naty (51); Carmen (quizá 48, tristemente falleció unos años después); y yo, el más viejo de todos, en ese momento, 63, uno más que mi fraternal amigo, ahora. De esta foto (creo que la hizo Mamen, la mujer de Armando) se deduce que fui yo el más resistente al paso del tiempo, porque ahora hace ya años que nos retiramos de aquellas noches locas. Bueno, Naty creo que no del todo y los demás, de los que no me acuerdo, no lo sé. Desde luego, mi amigo fraternal, su mujer y yo, sí, hace bastantes años ya que no aparecemos por ese bar donde tan bien y durante tanto tiempo lo pasamos. Ahora retirados a la nada, nuestra residencia actual y habitual. Antes, clandestinos; ahora más egoístas, nada compasivos y ni siquiera lo pasamos bien: la verdad y la ley (valores de libre adjetivación) presiden nuestras vidas duras.