MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo veintiuno: -Estampa, Madrid- 2
Sábado, diecinueve de Octubre de dos mil veinticuatro
… A las cinco, nada más llegar, comencé a deambular por las galerías, azarosa y despreocupadamente (con poco orden y menos concierto), como siempre. No tenía información previa y tampoco propósitos de búsqueda de una determinada forma o soporte artístico, o autor al que siguiera. Además, el arte contemporáneo es tan ecléctico y sorprendente (y tan anónimo), que me permite actuar con total libertad como espectador entusiasta, pero poco aplicado porque no retengo nada más allá de las fotografías que realizo. Cuando salgo se me olvida casi todo lo que he mirado y a veces visto.
Si voy a un museo llevo ideas preconcebidas y autores a los que buscar con ahínco y pasión. En Estampa, a priori sabía que todos serían desconocidos, salvo Alberto García Alix, entre otras cosas porque él siempre está en las celebraciones modernas: Arco, Estampa y otras muchas… en cualquier sitio donde se celebren representaciones de lo “guay”. Él es así. Que conste que a mí me gusta mucho García Alix porque creo que ha pasado el corte de la artisticidad total (se ha ganado el sitio en el olimpo) porque, listo como es, es capaz de ir adaptándose al devenir de los tiempos. Aunque a ciencia cierta no lo sé porque no lo conozco personalmente. Conocer a alguien es lo que te da una dimensión más precisa de quién puede ser, más allá de los síntomas públicos. Intuyo que debe ser simpatiquísimo, ocurrente, brillante y un fabuloso relaciones públicas; además de un gran fotógrafo, que sí, que lo es sin sombra de duda. También es relevante porque además es escritor y poeta existencialista-hedonista, me parece. Sospecho que la fotografía para él es un pasaporte, una credencial, para entrar en el meollo de lo último último, en arte; y también tengo la impresión de que para él es más importante escribir (como me pasa a mí). Aunque él es mucho más estiloso y profundo porque recurre a frases y sentencias demoledoras, cortas y enigmáticas, preñadas de sugerencias poéticas y filosóficas (existencialistas, también, porque habla de la memoria y de lo perdido); en ese campo es donde lo veo como artista total. Él, en ese terreno aspira a la verdad última y definitiva.
También, se me ocurre, que los que hacemos algo creativo (lo que ahora está y antes no) en un soporte que está en franca desventaja con otros (la fotografía), los fotógrafos recurrimos a las palabras para cubrir carencias y agujeros irrellenables, porque crear con palabras sí que es arte de rango superior, casi como la música.
No vamos a comparar a la fotografía con la pintura, arte mayor, sin duda; mientras la fotografía es hija del tiempo breve y contingente y morirá a manos de la IA, la pintura lo es de la eternidad. Por cierto ¿acabará la IA con la creación humana con palabras? ¿Y con la música? Espero que no. En eso García Alix, es lúcido; yo también, salvando las distancias (el artista, yo aficionado), claro…
La Fotografía: Una de las obras de Alberto García Alix, en Estampa, acompañada de una de sus sentencias (o son versos) cargada de arte y de futuro (o tal vez de presente), sugestiva, enigmática (existencialista). Invoca a la usencia como estímulo: «Porque la pérdida conlleva también, en muchos casos, una fuerza creadora, un afán de utilizar el propio arte como arma contra el olvido». No sé, sí, tal vez, aunque tal vez, como impulso sea más la presencia enamorada y el olvido que vuelva al olvido, que es donde debe estar.
De cualquier forma, para mí, y de su generación, hubo un maestro fotográfico y literario de la inolvidable generación de La nueva fotografía española (década de los 70 y 80 del siglo pasado), tan lejana ya, que además es mi amigo: Carlos Villasante, de sobradísimo talento al que no le preocupó demostrar nada: nunca fue de bolos ni de ferias.