CENA RARA 6.1
«El matrimonio es la principal causa del divorcio». Groucho Marx
Jueves, veinticuatro de octubre de dos mil veinticuatro
Reincidente, sin atenuantes. La última vez que me entorpecí a causa de mi debilidad por otros seres humanos (al fin y al cabo, a pesar de mi aparente misantropía, pertenezco a esa condición) fue a causa de mi asistencia a una Cena Rara, el cuatro de Julio de este año. A partir de esa cena escribí en este diario que sería la última y la califiqué como -jodida experiencia impotente- entre otros calificativos (todos negativos).
Creo que no tenía razón (o sí), pero bueno, al fin y al cabo, no me duele nada contradecirme.
Casi cuatro meses después en los que no he conseguido progresar ni un ápice en mi desorientado, contradictorio e irreconocible empeño por socializar, decidí cambiar de opinión y asistir a una Cena Rara más, por si acaso. Al fin y al cabo, los aciertos y desaciertos se explican y justifican los unos con relación a los otros (para acertar hay que fracasar, ineludiblemente). Así es el vivir porque si no, tan solo eres un mojón en la carretera, sin estar en ella, es decir, solo viendo pasar a los que van a algún sitio y las nubes, que también ellas se transforman y tienen vida propia.
Nada tenía que perder, o sí, 75 € entre unas cosas y otras, cantidad que tengo y no tengo. Sí, porque esos pocos euros pueden ser mi hambre de mañana.
Primero estuve en la exposición de la colección Pérez Simón, en CentroCentro, pero eso ya lo conté el otro día. Después me acerqué despacio al restaurante El Castizo de Sagasta (Chamberí), donde tendría lugar la cena (por cierto, fatal su cocina, al menos el pulpo a la gallega, que tomé yo).
Llegué el primero; luego un señor de cincuenta años, más o menos, ingeniero, llamado JD; luego, otro señor, de sesenta y tantos, editor, llamado JC; a continuación una mujer con la cincuentena a medio cumplir, llamada M, de profesión consorte divorciada (o solo hacía eso en este momento de su vida), aunque tenía una profesión de rango superior (química, o algo parecido); un poco más tarde MP, una mujer de la misma edad de la anterior, también divorciada y profesional (no me enteré de qué especialidad); y ya, casi con el control cerrado, antes de empezar a cenar, otro ingeniero, esta vez de cincuenta y cuatro años. Tendré que cambiar el título de estos actos, tan sociables, de Cenas Raras a Cenas con ingenieros y mujeres divorciadas. Las mujeres que asisten a estas cenas no han alcanzado la sesentena, pero si el divorcio porque antes se casaron. El ochenta por ciento de los asistentes a estos eventos (raros), somos separados o divorciados, por eso la cita introductoria.
Éramos cuatro hombres y dos mujeres dispuestos a cenar, hablar y “conocernos” de mentirijillas.
En todas las cenas a las que he asistido, sin excepción, todo el mundo mostramos la mejor de las disposiciones y exhibimos un espíritu confiado y comunicativo durante las más de dos horas que vamos a estar atados unos a otros sin conocernos y sin ningún elemento o referencia que nos una, salvo, tal vez, la soledad que cada uno llevamos a cuestas. El hecho de asumir el trance nos dota a todos de una humanidad empática y generosa; sonreímos francamente lo que significa que abrimos nuestras puertas, pero, después, una vez acabada la representación, cerramos de un portazo; sobre todo las mujeres, paralizadas todas y que en nada ayudan a hacer la vida más dinámica, activa y divertida ¡qué rémora y qué aburrimiento la presencia de mujeres, por Dios! Aunque mejor que vengan que no.
Una vez hecha la exposición literal del argumento, puesta en escena y participantes en la Cena Rara de hoy, comenzaré a narrar el espectáculo social, pero eso será mañana…
La Fotografía: Sí yo fuera periodista, o cronista social, o diarista testimonial, o notario, o policía… la foto de hoy tendría que ser del restaurante (pude hacerla porque fui el primero en llegar); pero no, yo lo que quiero es ser artista: intérprete de la realidad que vivo a través de lo metafórico o simbólico o surrealista o expresionista… o del enfado y si puedo de la risa, tanto en lo icónico como en lo narrativo y siempre, en una cosa y otra, introspectivo. El caso es que para esta cena tengo una serie de fotos que pueden cumplir el papel simbólico del asunto de fondo mediante obras artísticas.