CENA RARA 6.2
“Las tragedias de los otros son siempre de una banalidad desesperante”. Oscar Wilde
Jueves, veinticuatro de octubre de dos mil veinticuatro
… Claro, como en mi fuero interno casi lo único que me importa es ligar (lo de socializar me trae al fresco), asisto a esas cenas no tanto para encontrar realmente a una mujer con quien acostarme, porque sé que no sucederá; sino para jugar con la posibilidad de que pueda suceder. Eso me permite liberar y especular sobre lo posible, al fin y al cabo, los negocios emocionales entre hombres y mujeres son probables siempre y a veces hasta posibles, y lo más importante, enriquecer mi relato vivencial.
Como dije en la entrada de ayer, en la mesa había dos mujeres, de la misma edad, y de caracteres y experiencias vitales diferentes, aunque comunes porque ambas eran divorciadas por iniciativa de sus cónyuges. Las dos simpáticas y deseables (una más que otra).
La cena comenzó y se desarrolló en su primera hora con un interminable intercambio de naderías y referencias sin sustancia de todos ellos (países que conocían, viajes que habían hecho, deportes que practicaban, si bailaban o no y todo así), un puto aburrimiento. En ese intercambio banal más o menos ordenado y parlanchín participaron todos entusiasmados (todos huyendo de sí mismos a través de la anécdota); salvo el último ingeniero en llegar que se mostraba más reservado y sombrío (parecía oscurecido, desenfocado y prescindible); y, naturalmente yo, que fui alejándome de la mesa hasta que mi mutismo fue total. No me interesaba en absoluto lo que allí sucedía. Sé que hice notar mi incomodidad porque me miraban de reojo como diciendo, y este tipo qué coño hace aquí con esa mala cara y peor actitud.
Hacia el final de los malos platos que nos sirvieron pensé: -mira tío, estás desperdiciando la noche, o haces algo para echar la estéril superficialidad de la mesa, o te vas a arrepentir de haber llegado hasta aquí, con el esfuerzo que te supone- De pronto, desde la oscuridad de mi silencio, dije: -no os parece que ya va siendo hora de que hablemos de cosas importantes ¿Qué hacemos aquí, a qué hemos venido? Reaccionaron como si hubiera dado una patada a la mesa…
La Fotografía: Esta foto se parece a la de ayer y, además, va de lo mismo, de la metáfora desde la mirada en perspectiva de un ser encerrado y medio asfixiado en su individualidad sola.