COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 63
“El espectáculo más terrible de la vida es el envejecimiento de las mujeres. También el de los hombres lo es, pero no está penado socialmente”. Manuel Vilas
Miércoles, treinta de octubre de dos mil veinticuatro
Anoche, mientras caía un diluvio fuera; dentro, un ataque de lumbago me tenía doblado, sumamente incómodo y dolorido. Blasfemé y grité porque soy de cuerpo frágil y vulnerable al dolor, sin entereza ni nada. Me disgustan horrorosamente los contratiempos logísticos y de salud. En cuanto al infortunio importante, el del vivir y envejecer notoriamente al mismo tiempo, no hay remedio, salvo la aplicación de una sabiduría estoica, a la que me cuesta mucho acceder porque parece que no está hecha para mí.
Para la lumbalgia tomé un analgésico y me puse calor en la zona crítica.
Mientras todos esos desarreglos desgarradores sucedían (y seguía lloviendo a mares); vi una estupenda película de Dani de la Orden: Casa en llamas, excelente de principio a fin, con una orquestación coral brillante. Los actores, especialmente una inmensa Emma Vilarasau (mujer sobria y elegantísima que enamoraba desde su más que evidente madurez), supieron a lo largo de toda la puesta en escena dotar a sus personajes de autenticidad y sentido del humor. Genial el ágil y entretenidísimo ritmo narrativo; sin embargo, faltó coherencia dramática al final ya que embelleció artificialmente el cuento: un final impostado que buscaba reconciliarse con unos despreciables valores comerciales y sensibleros para no dañar a nadie (el cliente siempre tiene razón, y sobre todo si hay sentimientos de por medio); o, dicho de otro modo, la compasión humana, que tan poco me agrada, es la foto finish de una buena película que no necesitada de ese espurio apaño. Y, ahora que voy despacio con todas las cosas, me pregunto: ¿hasta qué punto es lógico incluir un espóiler sobre el desenlace en el título? Me contesto: no, el título era francamente mejorable. A pesar de todo, ojalá se realizaran muchas películas de este nivel medio alto, y además españolas ¿o era catalana? No lo sé.
La Fotografía: De la película: Montse (Emma Vilarasau, de 65 años) es la clave de bóveda de la película, todo confluye en ella, o mejor, encarna exquisitamente la sutiliza hipócrita del mal, valor solo reservado para intérpretes de fuste. Por cierto, digo su edad porque me interesa mucho la edad de los actores de cualquier representación: cine, teatro y artistas en general, y la de todo el mundo según como representen su vida. Antes eso no me pasaba, ahora sí, porque habitualmente me pregunto ¿esta actriz que está en pantalla lleva bien su edad, te gusta, cenarías con ella? En fin, tonterías, niñerías de septuagenario con crisis de autoestima a causa del detestable deterioro físico. Ni que decir tiene que Emma Vilarasau no está envejeciendo bien del todo, aunque mejor que muchas de su edad (ninguna mujer envejece bien, mientras que los hombres, algunos sí, como yo, por ejemplo), pero, aun así, cenaría con ella sin dudarlo y hasta la cortejaría, por si acaso.