LOS DÍAS 68 y 2
La jornada más desaprovechada de todas es aquella en que no hemos reído. Nicolas de Chamfort
Martes, cinco de noviembre de dos mil veinticuatro
… Pues sí, el domingo nos encontramos todos en mi ciudad a las dos. Dimos un paseo por la ciudad, corto, eso sí, porque no era día para hacer turismo.
Tan solo y nada menos, pretendíamos pasar un rato distendido, risueño, afectuoso unos con otros. Y comer.
A las tres y cuarto nos dirigimos al restaurante La Abadía, en el centro mismo de la ciudad, establecido en una casa de oficios del siglo XVI, de arquitectura original y singular, con cuevas y aljibes de gruesos muros de ladrillo y techos abovedados. Nos colocaron en un comedor largo y estrecho abovedado, donde pudimos disfrutar de una total independencia del resto de los muchos espacios del restaurante, que se sucedían por intrincados pasillos y varios niveles.
Comimos mucho y bien, platos de origen castellano (carnes y caza) bajo sabrosas texturas ricas en grasas saturadas. Cuando el día es excepcional, todo vale, y si es insano mejor. Un poquito de culpa hace que todo sea más intenso y saludable para el estado de ánimo.
Las conversaciones: pasábamos de un tema a otro ágilmente, sin orden, a lo que fuera saliendo. Todo estuvo bien porque cumplimos con la regla esencial de una reunión social, que es la de escucharnos unos a otros. Si se cumple esa premisa básica, todo está bien. Sí, porque no hay nada más nefasto socialmente que un pesado o varios. Son saboteadores y detestables terroristas contra las buenas maneras. De lo que hablamos, ya no me acuerdo; pero sí de que no hubo controversias.
Salimos del restaurante a las seis, más o menos, cruzamos el río y llegamos hasta nuestra casa (Naty y mía), pero en la que solo vivo yo.
Como nuestra casa es una belleza (aunque peque de pretencioso y exagerado), estuvimos una hora más y de forma espontánea nos hicimos fotos en el plató. Eso estuvo realmente bien.
En torno a las siete y media se fueron todos, unos a Madrid y Naty a donde vive en la ciudad. Me quedé solo encantado con el día que habíamos pasado.
Probablemente pase un año o más hasta que vuelva a tener vida social (seis personas o más) en la ciudad y en mi entorno privado o en cualquier otro lugar.
No pasa nada, eso no duele.
La Fotografía II: Esta es la segunda versión fotográfica de nuestro encuentro, que se diferencia de la de ayer en que la foto la hizo la cámara en plan autónomo. Es una versión desmejorada porque estoy yo, y encima en primer plano. Incorporo una seriedad innecesaria a la escena, pero es que es así como me salen las cosas. Mientras que mi amigo fraternal añade juego y asombro, especialmente adaptado a la situación que tocaba en ese momento. Siempre ha sido así durante años: en nuestros encuentros de los sábados noche era él quien nos regalaba interpretaciones y relatos plenos de humor irónico que nos hacían pasarlo estupendamente. Impagables sus actuaciones.