COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 66.1
“Nadie merece ser elogiado por su bondad si no tiene la energía necesaria para ser malo”. François de La Rochefoucauld
Domingo, diez de noviembre de dos mil veinticuatro
Anoche, sábado, vi una maravillosa película, y lo era por dos razones esenciales, o quizá alguna más: una de las intérpretes era una mujer joven, bellísima, de sonrisa cautivadora y mirada penetrante (me imaginaba mirado intensamente por esos ojos, y entonces la felicidad carecería de secretos para mí, sí, porque esa mujer poseía el inmenso poder de dar la vida); también porque era una historia judicial que no sale en ningún momento de la sala de juicios: se argumentaba y contraargumentaba sobre una verdad intangible e imposible: amor y violación y ambas cosas contenidas en el mismo guion. Todo era pura entelequia imposible de llevar a la realidad y por lo tanto juzgar. Contenía todos los ingredientes para que yo me quedara atrapado entre las luces y las sombras de una supuesta verdad que lo era y no lo era, porque la demanda provenía de una mujer y con ellas nunca se sabe lo que es verdad o pura simulación perversa e interesada (*). Ah, se me olvidaba, la película se titulaba: Cruce de acusaciones (2024), guion (excelente), de Ferdinand von Schirach, dirigida por Matti Geschonneck; y la actriz objeto de mi rendida admiración Henriette Confurios.
Luego, a dormir temprano, siempre me acuesto bastante antes que antes. Y lo hago como un niño bueno (recién confesado y comulgado), sin ninguna culpa por la que penar y arrepentirme. A veces me asusta lo inmensamente bueno que soy porque algo me dice que eso es perjudicial para mí; y porque puede que sea mentira. Sí, porque como dice La Rochefoucauld, hay gentes que no valen ni para ser malos, solo son cobardes (mi caso), un asco de gente; y otras que son malos y actúan como tales, pero tienen la inmensa capacidad de representar una bondad mentirosa, engañan, y entonces el mundo los califica de buenos. Esto último es mucho más asqueroso todavía.
Y después de la noche, el día, pero domingo ya…
La Fotografía: Henriette Confurios, en el papel de brillante abogada defensora en la película.
(*) Naturalmente e independientemente de la mera y evanescente evaluación del caso, en plan literario «ad hoc» para mi papel aquí, más allá del mal y del bien; tengo mi propia opinión sobre lo que se juzga en la película, como si hubiera sido parte del jurado: esa mujer era claramente culpable de falsa acusación. Pretendía que encarcelaran al hombre cuando la que debía ser encarcelada era ella, pero claro, eso ni se plantea. Ni la ley ni la justicia, en esta materia, es igual para hombres y mujeres. Una puñetera mierda la justica de género.