MONÓLOGOS SOBRE ARTE 23.1
«…las ciencias de la vida dudan de la existencia del alma, no solo debido a la falta de pruebas, sino porque la idea misma de un alma contradice los principios más fundamentales de la evolución. Esta contradicción es responsable del odio desenfrenado que la teoría de la evolución despierta en los monoteístas devotos…». Yubal Noah Harari
Miércoles, cuatro de diciembre de dos mil veinticuatro
Pues sí, habrá que asumir el aplastante e irrefutable diagnóstico de Harari: el alma no existe; salvo como figura poética y para pensar mejor el Arte (cosa mía); y sí, para eso sigue sirviéndonos perfectamente. No necesitamos más de ella.
Ayer, martes, salí de mi casa a las diez y diez de la mañana, bajé la empinada cuesta, no muy larga (doscientos metros a lo sumo), crucé la carretera y ya estaba a pie de vía de tren.
Algunos pasajeros ya hacían cola, paciente y ordenadamente, para pasar el control y alcanzar sus asientos en los vagones (4) que son los que formaban el tren hasta Madrid. Partimos a las diez y media.
Por el camino, Homo Deus, de Yubal Noah Harari, el cuarto largo ensayo que oigo de este autor, que me tiene fascinado, por cierto. Los estoy leyendo sin orden cronológico, pero eso no se me antoja importante, ya que todo gira en torno al mismo y nuclear asunto: la vida humana en el Planeta Tierra, desde el remotísimo pasado del Homo Erectus: entre 1,8 m.a. y 300.000 años atrás, hasta la crónica de una muerte anunciada de la vida humana que deduzco que no tardará, a lo sumo, no más de medio milenio. De cualquier modo, esta afirmación es absolutamente subjetiva y de mi cosecha, en ningún momento Harari lo dice explícitamente. Mis ensombrecidos augurios se basan, no en posibles desastres climáticos, o cosmológicos o de cualquier orden externo al género humano; no, desde mi punto vista será el hombre el que habrá generado diabólicas herramientas como la IA, entre otros recursos y aplicaciones que, cuando alcancen su inexorable apogeo y hayan llegado al culmen de su potencial, ya no será posible la vida y como la conocemos. Conviene que no olvidemos que nuestro cuerpo es orgánico (y analógico), y esa circunstancia será física y espiritualmente incompatible con la vida tal y como previsiblemente podrá llegar a ser.
“Hasta donde sabemos, en dos mil dieciséis los ordenadores no son más conscientes que sus prototipos de la década de 1950. Sin embargo, estamos en el umbral de una revolución trascendental. Los humanos corren el peligro de perder su valor porque la inteligencia se está desconectando de la conciencia. Esto plantea una nueva pregunta. ¿Qué es lo realmente importante? ¿La inteligencia o la conciencia? Mientras iban de la mano, debatir su valor relativo no era más que un pasatiempo para filósofos. Pero en el siglo XXI esto se está convirtiendo en una cuestión política y económica urgente…Algunos economistas predicen que más pronto o más tarde, los humanos no mejorados serán completamente inútiles…”. Yubal Noah Harari
La Fotografía: Y en esto llegué a la estación de trenes Puerta de Atocha. La civilización quizá no solo esté amenazada por la incompatibilidad entre la era digital (los algoritmos que nos suplantarán) y el mundo orgánico y analógico: los humanos, y sus servidumbres derivadas de la carne y sus necesidades, sino, también, por la fealdad que generamos en los espacios intervenidos e hiper desarrollados (contaminados estéticamente) y sea eso lo que nos ciegue a todos, como en el Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.