MONÓLOGOS SOBRE ARTE 23.4
Cada periodo de la cultura produce un arte propio que no puede repetirse. Vasili Kandinski
Domingo, ocho de diciembre de dos mil veinticuatro
… Me llama poderosamente la atención el hecho de que el periodo más prolífico e interesante como artista de Gabriele Münter, sea desde el inicio del siglo XX hasta mediados de la segunda década, periodo que coincide con su relación y convivencia amorosa con Vasili Kandinski.
Mientras permanecieron juntos, además de pasarlo estupendamente, por lo que es sabido: indagación febril en las infinitas opciones artísticas que salían a su paso, viajes, enamoramiento e intensidad y plenitud creativa. En esa época, las ciudades o capitales del arte europea bullían de artistas inquietos y rompedores con todo lo que significara clasicismo. Probablemente, también, tenía que ver con la juventud de todos ellos.
En 1911, Vasili Kandinski y Franz Marc, junto con otros artistas muniqueses, entre ellos Münter, crean El Jinete Azul, a partir de una obra homónima, absolutamente maravillosa del propio Kandiski. Es este movimiento, tan significativo y transcendente, en plena eclosión del expresionismo, al que quedan unidos todos ellos. Aunque, en el caso de este último fue más significativo su paso por el constructivismo y sobre todo por la abstracción.
En la primera década del XX y unos pocos años después, fue cuando Vasili y Gabriele vivieron su apasionada historia en la que ambos se beneficiaron mutuamente como artistas.
Juntos, crean, viajan: Túnez, Holanda, Italia y Francia. Se ayudaron a evolucionar y el uno sin el otro no habrían crecido del modo que lo hicieron. Por ejemplo, sin ella, Kandinsky no habría desarrollado igual su revolución abstracta, al menos en el momento que lo hizo. Hay una cierta confusión en la determinación del tiempo que estuvieron juntos sentimentalmente, dependiendo de las fuentes a las que he recurrido. Para mí, fue algo más de diez años, pero no mucho más.
Entre 1914 y 1916, ambos construyeron su alejamiento (como las aproximaciones, también las despedidas necesitan maduración). De 1915 a 1920, Münter vivió en Escandinavia. Se vieron por última vez en 1916 en Estocolmo. Una vez que esta se produce definitivamente, Münter cae en una acusada depresión y en un periodo de silencio creativo. Aunque sigue vinculada al mundo del arte, deja de pintar, pero lo retoma no mucho después.
Ayer, sábado, (ahora es domingo ya, pero todavía de noche); pasé el día revolcándome en la más absoluta normalidad (no sé si encantado o hastiado): paseo con Mi Charlie, Súper, a las once y media casa, ordenador (escritura y consultas de todo tipo a Míster Google), comida, siesta, audible, Ebook (ya no concibo la lectura en libros convencionales, en papel; ese soporte es engorroso y pesado, limitado porque no abre puertas al unísono a otras informaciones, y de una vejez amarillenta que hace que el hecho físico de leer sea una actividad terriblemente penosa, hasta siniestra, diría), después, cena (la dichosa ensalada diaria que tengo que erradicar de mi vida porque me dice sobre la monotonía de mi vida), y partido del Real Madrid, que ganamos, esta vez sí, fleco de una película tonta a medio ver (tipo serie B, pero eso sí, con Clint Eastwood, Jeff Bridges y dirigidos por Michael Cimino), a las once y media a la cama, con Mi Charlie. A falta de mujer, perrito, para que la proximidad de un ser vivo alivie los terrores nocturnos.
Lo mejor del día: ni un solo atisbo de ansiedad o sensación de carencia. Si sigo así, lo mismo me curo y presento una estupenda imagen de hombre equilibrado, estoico y aburrido, pero muerto ya.
La Fotografía: Futuro (Mujer en Estocolmo, 1917). Personas: “Pintar retratos es la tarea más audaz y difícil, la más espiritual, la más extrema para una artista”, aseguraba Münter. Observé una cierta diferencia en cuanto al modo de enfrentar el retrato en sus obras: época esencial entre los años 1908 y 1912, donde realiza, quizás sus obras más conocidas, especialmente el retrato de Marianne von Werefjkin (1909) en la exposición. Retratos de fondos continuos y contornos gruesos y oscuros (de carácter más expresionista); y los que realiza a partir de su etapa escandinava (como el de la foto de hoy), más narrativos porque añade elementos del contexto del retratado, y, sobre todo una expresión que denota en ellos una actitud vital no tan interiorizada, sino más vitalista y expectante (el título, Futuro, es una pista).