COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 79
“La incompetencia para prevenir el regreso del fascismo, para combatirlo y eliminarlo, también se debe a una causa no declarada de miedo, la razón principal por la que el fascismo puede regresar tan fácilmente en las democracias de masas: la ignorancia”. Rob Riemen
Domingo, dos de marzo de dos mil veinticinco
Hace unos días, se produjo un esperpéntico espectáculo televisivo planetario: bronca de Donal Trump, el gran sheriff mundial, a Volodímir Zelenski, presidente ucraniano.
Ucrania fue atacada salvaje e injustamente por Rusia, gobernada por Putin, el único responsable de la agresión, como dictador que es. Este ataque tiene todas las características habituales del país grande y poderoso que atropella al pequeño y pobre. Estereotipo primario de los abusones.
Es una obviedad infame e insoportable que se ha venido repitiendo a lo largo de la historia desde tiempos inmemoriales.
Más o menos y poco a poco se están conformando bloques, de un lado y otro, y eso asusta, porque algo así, siempre ha conllevado millones de muertos, en el pasado siglo, sin ir más lejos.
Pero, oh sorpresa, lo que dábamos por sentado en occidente, la alineación de EE.UU. en el bloque occidental, no está clara: el gran sheriff mundial, con gorra y corbata roja, inelegante en cada una de las células de su ser, ha decidido que todo quede subordinado a su santa voluntad, prescindiendo de otras opiniones (autocracia), valores (democracia), cultura e historia occidental (construcción de la sociedad moderna), aunque esto no deja de ser difícil de precisar; o lo que viene a ser lo mismo, decretar: ucranianos, o hacen lo que yo diga o los arrojaré a los infiernos.
Y entonces, el Gran Sheriff, se permitió la indecorosa afrenta a un representante de un país vejado y masacrado: «Puede volver cuando esté preparado para la paz» -dijo Trump- echando al presidente Zelenski de la Casa Blanca.
Obviamente, estar preparado para la paz es aceptar incondicionalmente lo que él diga, sin derecho a réplica o tan siquiera a opinar sobre lo que ya ha decidido para Ucrania, o lo que es lo mismo, la rendición incondicional.
Paralelamente estamos los Europeos, auténticos virtuosos de la estéril pose frígida y pasiva. Las esfinges de la política, que decimos cosas tan estupendísimas como: «Permítame decirle que es usted muy, muy bienvenido en Downing Street. Como ha podido escuchar por los vítores de la calle, tiene usted todo el apoyo en todo el Reino Unido. Estaremos con vosotros, con Ucrania, el tiempo que sea necesario». Starmer, primer ministro británico en la recepción de Zelenski en Londres.
Los demás líderes europeos, más o menos igual. Y ya está.
A lo largo de la historia, los pueblos con honor que han sido atacados o invadidos, siempre se han defendido con valentía y dignidad. Los ejemplos son infinitos, pero para no alejarme mucho, nosotros, combatimos y ganamos batallas como las Navas de Tolosa o Bailén (podría referirme a otras muchas), y eso nos enorgullece y forja nuestra identidad.
Los países europeos se defendieron de Hitler, que, como Putin, también invadió los países limítrofes y ahora parece que lo hemos olvidado. En la época de Hitler, hubo máximos dirigentes políticos que creían en las negociaciones con la fiera, el inglés Chamberlain, o el francés Pétain, por ejemplo. Y no, las fieras a las jaulas y que de ahí no salgan, son peligrosas. Europa y su cultura está en peligro, y EE.UU., que a fin de cuentas es hijo natural de Europa, también. Es Europa en otro continente.
Las democracias son frágiles y están en situación de vulnerabilidad permanente, amenazadas por autocrátas populistas ansiosos de poder; y, en consecuencia, los grandes hombres, si verdaderamente lo son, lo primero que deben hacer, por encima de cualquier otro interés es defender el orden básico de respeto a los valores humanos que hemos conseguido después de milenios en Occidente. Y, luego, ya se verá.
Mi amigo Armando tenía un amigo Ucraniano, en su barrio. Antes de que estallara la guerra me hablaba de él como un hombre culto, serio, honorable, que antes de venir a España, fue militar en su país. Tenía familia aquí y estaba perfectamente integrado.
Cuando Rusia invadió su país, volvió inmediatamente a defender a los suyos (sin necesidad, probablemente nadie lo llamó), con la oposición de su mujer e hijo. Él lo tuvo claro, se fue a combatir porque sintió que era su deber y deuda con su país. Cayó a los tres meses. Ahora solo es olvido y víctima de una infamia que va camino de ser universal e irreversible.
La Fotografía: Ahora nadie, en memoria de los miles y miles de muertos ucranianos, absolutamente nadie puede pedir la rendición incondicional a la nación agredida, salvo, prepotente e ignominiosamente el Gran Sheriff y Gran Narciso que, curiosamente está escenificando el peor liderazgo populista que tan infaustos recuerdos nos trae. Un histrión que de nada sabe ni nunca sabrá. Evidentemente, este hombre no es Winston Churchill o Franklin D. Roosevelt, ni podrá serlo nunca.