LOS DÍAS 25
“El viaje, el mero desplazamiento, ha de sugerir esperanza. La depresión es el sillón y unos ojos indiferentes y helados. Creo que los viajeros son en esencia unos optimistas, pues en caso contrario no irían a ningún sitio”. Paul Theroux
Jueves, diez de julio de dos mil veinticinco
Anoche el PSG zarandeó al Real Madrid inclementemente (4-0), abusaron porque el Madrid se empequeñeció hasta la más alevosa insustancialidad acomplejada, mientras que los otros crecieron hasta lo inconmensurable: grandeza contra insignificancia. Presencié la debacle solito, sin poder comentarlo con nadie, y anonadado como estaba ni siquiera se me ocurrió cambiar de canal.
No obstante, nada se rompió en mi vida. Para mí el fútbol solo dura mientras veo el partido que toque, y no solo porque me gusta el juego en sí como espectáculo, sino porque lo combino con una cierta tensión emocional (ser del Madrid, por ejemplo); porque si no queda soso el espectáculo (no veo partidos de otros equipos).
Ahora, son las nueve de la mañana y acabo de colocarme en el patio de clausura dispuesto a escribir de algo, pero no sé de qué.
Tal vez mejor dormir, corre una suave brisa y podría hacerlo como si nada pasara, dormir, sin más problema de conciencia por la supuesta pérdida de tiempo. Ahora ya no hay pérdidas concretas, específicas, evaluables; no, ahora todo es una lastimosa y permanente pérdida (de todo, por doquier). La razón es que el tiempo ya no se referencia con nada porque todo él huele a muerto, no avanza hacia ninguna parte. Es tiempo de espera, solo eso. Pero ¿a qué o a quién? A eso será mejor que ni conteste.
Ha pasado una hora y cuarto y sigo sin saber de qué escribir.
Me estoy preguntando si viajar en septiembre o no. La pregunta la extiendo a octubre, aunque creo que será mejor antes no vaya a ser que se estropee el clima.
A continuación, me pregunto dónde y no sé qué responderme, sobre todo ahora que estoy especialmente entontecido. Pero si espero un rato, hasta la tarde incluso, lo mismo se me ocurre algo. Por ejemplo, es recurrente para mí Galicia, donde hace décadas que no piso (más de tres), y que solo me sirve para rechazar la opción de ir hasta allí; sí, algo así como que, cuando me planteo viajar, me digo: ¿a dónde voy que no sea Galicia? Y entonces decido ir a Teruel o a Murcia o a Burgos (siempre me gusta ir a Burgos, por cierto, y ya en el colmo del arrojo inconsciente hasta Navarra puedo llegar). Sí, en cuanto a viajes no soy menos prejuicioso que en otras cosas, por ejemplo: a las periferias hostiles y antipáticas no me apetece ir (a los españoles no nos quieren, y yo lo soy, y además muy sensible al desamor). Mejor a sitios donde me sienta cómodo, a Jaén, por ejemplo. A estas alturas de mi vida, disgustos los menos posibles, o mejor ninguno.
A las once y cuarto acabo de hablar por teléfono con mi amigo Ángel: hemos repasado nuestra actualidad de las últimas semanas, o semana, más bien. Y sí, todo está como suponíamos, bajo control, más o menos.
Ayer hablé con mi otro querido amigo Armando, y lo mismo, todo dentro de lo previsible.
Ellos mantienen más relaciones sociales o familiares que yo, que no mantengo ninguna. Ahora con R., pero como no nos vemos (con ellos tampoco me veo), es como si no, aunque hoy por la tarde hemos tenido una larga conversación y hasta planes hemos hecho.
La única presencia física es Mi Charlie, que está bien, pero coño, es un perro, aunque eso sea una ventaja porque no nos vemos obligados a charlar, aunque yo sí le hablo a él. Por cierto, ahora todavía no lo sé, pero por la noche se escapará y me dará problemas. Finalmente, no pasará nada grave (salvo una hora de búsqueda por calles y rotondas…), pero pudo haber pasado.
La Fotografía: Vuelvo sobre los viajes y mi “filosofía” viajera, que no es otra que ir de un lado para otro, más o menos con referencias de localizaciones a visitar: un monasterio; un castillo solo en un páramo o en un alto; catedrales, todas; museos de arte, a ser posible, (los arqueológicos no me interesan tanto); un pequeño pueblo, con mar o sin él; las plazas con carácter y las ermitas románicas; y los osarios si los hubiere en la ruta, como este, en Wamba, en la provincia de Palencia, situado en lo que fue convento de Santa María, en algún momento de la primavera del año pasado. El pueblo me encantó y el osario también. Recuerdo que, después me costó mucho encontrar un sitio donde comer. Tuve que ir a otro pueblo cercano, y luego a otro, y, finalmente, comí tarde.