Diario de lo Difícil 2
“Disfrutamos viendo lo que hemos visto antes y haciendo lo que hemos hecho antes. El cerebro busca un patrón de resonancia porque la resonancia proporciona placer”. John Verdon
Viernes, veinticinco de julio de dos mil veinticinco
En el capítulo anterior, el primero de esta serie, hablé de cuando me hice posmoderno sin saberlo ¡qué risa! Y que luego pasé año a año hasta no ser nada, por lo que todo se me hizo imposible; pero en el colmo de las mejores intenciones del mundo, y después de hacer un escorzo en el aire mientras me precipitaba al vacío, remonté desde mi propia miseria existencial ayudado por una ventolera favorable hasta llegar a lo Difícil. En eso, al parecer, estoy ahora. Pero no sé, porque no noto (todavía), grandes cambios. Solo faltan unas pocas horas para que esta entrada florezca en el diario y no sé de qué escribir. Hace unos minutos estaba en blanco y ahora estoy aquí, en este primer punto y aparte.
Cuando he sacado a Mi Charlie a que meara, como todas las tardes a las cuatro y media, me he dicho: y ahora te sentarás frente al ordenador para escribir la entrada de mañana. ¿De qué escribirás? Me he encogido de hombros porque no tenía ni puñetera idea. Es curioso este aspecto de lo difícil en mi vida, no sé lo que voy a hacer hasta que no comienzo a hacerlo, especialmente escribir. Si no me sitúo frente al teclado no arranco. Qué buena idea se me acaba de ocurrir: si lo tiro por la ventana se acabó la difícil tarea de escribir un diario sin tener nada de qué escribir. Problema de incertidumbre resuelto.
Después del primer párrafo que me ha salido del tirón, me he dicho, voy a experimentar, total, hoy ya no pasará nada, ni por la mañana ni por la tarde; así que se me ha ocurrido recurrir a mi gran recipiente de citas literarias y he sacado una con los ojos cerrados, y ha sido la de Verdon, del principio.
Para empezar, yo a este tipo no lo he leído nunca, así que no sé qué hace metido en mi mundo. No obstante, la cita me parece interesante, sobre todo a mi edad porque remite a una aporía, es decir a lo irresoluble para la vida, al menos la mía. Yo no disfruto con lo que disfruté en el pasado, porque ya nada de lo que estuvo bien está a mi alcance por edad, como por ejemplo el sexo vigoroso. Si intento repetir, las cosas no salen igual. Es difícil.
Vernon, con la idea de la resonancia ha quedado bien, pero eso es tan solo una falacia, porque si eres viejo (él tiene ya 83 tacos, que lo he visto en internet), ya has perdido, como mínimo, la mitad de la capacidades de los sentidos y todo te parece una triste caricatura de lo que fue y sientes mucha pena y poco gozo.
Este escritor, al que no he leído nunca (es autor de novelas de intriga policiaca, género negro, al parecer, y seguramente bueno, o al menos así está considerado) comenzó a escribir novelas hace quince años, acercándose a la era septuagenaria, cuando ya no se comienza nada de nada. Será alguien de la estirpe de los héroes o de los dioses, prefiero pensar. Por eso lo del patrón de la repetición y por eso, también, esta cita suya en las entrañas de mi ordenador. Quizá me anime con una de sus novelas, la primera, además, de la saga del detective Dave Gurney, que tiene un bonito título: Sé lo que estás pensando (prometedora).
La Fotografía: Estas últimas noches me estoy entregando encantado al mundo de Agnès Varda, maravillosa cineasta, intimista y penetrante, y concretamente, a sus cortos. Un hombre que piensa, pero no se sabe qué piensa, nadie sabe lo que realmente piensa nadie (a pesar de la novela de John Verdon). El pensamiento es el último reducto de la libertad de los seres humanos. También de los animales e incluso de Dios, que nadie sabe lo que piensa ni donde estará, si es que sigue ahí.