DIARIO DE LA NADA 21
“Estar por encima de todo. Despreciarlo todo y amarlo todo. Saber que no hay nada y que sin embargo esa nada lo contiene todo”. Remy de Gourmont
Martes, cinco de agosto de dos mil veinticinco
El inicio del día, como todos.
La vuelta del inicio, como todos.
Las soluciones para hoy, ninguna, como todos los demás.
A las nueve y media de la mañana pensaba que todo iría bien,
con todas las horas del día a mí disposición.
A las cuatro y media, todo era mucho peor.
La mañana fue un calvario sin gloria.
Sentí que me sobraban las siete horas siguientes, hasta que me durmiera.
Luego, dependía de que me asistieran buenos sueños.
De los tres o cuatro que me visitan subrepticiamente cada noche, y que no recuerdo
bien el día siguiente
solo hubo uno que sí,
y, mira por dónde, fue lúbrico, sexual, casi erótico porque besaba a una mujer
con ganas.
Y ella a mí.
Me pregunto si solo tendré vida sexual en sueños,
y me contesto queriéndome morir.
No porque me importe la puta vida sexual, y tampoco las incomprensibles mujeres,
simplemente es porque es la sensación de que toda mi puñetera vida ha sido un
risible fracaso.
Es la única certeza.
Todo me es indiferente, y peor si cabe, maloliente y repulsivo.
Entre amarlo todo o despreciarlo todo… que dice Gourmont
ni una cosa ni otra: la nada. Solo eso.
Desaparecer: esa es la clave, ese es mi anhelo.
No, no quiero seguir aquí, ahora que ya nada tiene solución,
a no ser que consiguiera amar la vergüenza.
La Fotografía: Roy Andersson, otra vez: Una paloma se posó sobre una rama a reflexionar sobre la existencia (2014). Comienza con tres encuentros con la muerte. Este fotograma, del número 3, con especial significación y atención en la bandeja de comida del muerto pagada ya y que sobra, como el propio muerto.
Tres docenas de geniales viñetas sobre el absurdo de existir. La sordidez del mundo único de Andersson la hago mía. Si me imagino dentro de sus viñetas me siento bien, en mi espacio natural, el único lugar en la vida que podría serme propio, habitado por mis hermanos del alma: absurdos, desesperados, gordos, feos, abandonados, sórdidos, melancólicos, embrutecidos, sin ninguna inteligencia, y, olvidados todos, a punto de morir acuciados por la nada de sus vidas y por una tristeza cósmica, inabarcable e infinita. Todo es nebuloso y enfermizo y blando y desolado e insalvable en las viñetas de Andersson. Sus películas son bellísimas y tristes e irremediablemente verdad. Están más allá de su voluntad por ciertas. Nadie que no fuera Dios podría acceder a los enigmas que desvela Andersson y por eso le amo a él y a sus creaciones, que ya son únicas y eternas.