DIARIO DE UN CONDENADO 16.2
“No hay que sentir demasiada compasión ni melancolía. La distancia es muchas veces la mejor forma de ver las cosas”. Roy Andersson
Jueves, siete de agosto de dos mil veinticinco
…Consideraré hoy un día de transición: de la nada a la nada y tiro porque me toca.
En mi vida todo me toca a mí. Lo mismo les pasa a todos, pero muchos disimulan. A veces, yo también.
Sí, porque busco la ayuda telefónica de mi amigo hermano Armando, a la que él se presta con ganas y afecto.
Amigo del alma de ahora porque en otro tiempo he tenido otras almas y otros amigos de similar categoría, aunque siempre de uno en uno o de dos en dos, pero ya, porque siempre he sido hombre de amigos contaditos.
Los tres últimos días han sido de sufrimiento, donde he seguido madurando mi plan de futuro porque no me veo llevando esta vida y en el mismo sitio durante diez años más (si es que esta inclemencia cotidiana me da para tanto tiempo), aunque he de reconocerlo, a veces gustosamente vivida por sencilla y sabida, plena de automatismos.
Razones importantes para el final de la bicoca, entre otras: se me acabarán los recursos y la paciencia.
En la tormenta perfecta de estos últimos días, mi amigo hermano me ha visitado los tres días (móvil) y me ha secado las lágrimas del risible y ciego llanto, me ha abrazado y me ha hablado con sensatez de aspectos y matices que yo me negaba a ver y menos a asumir.
En el mundo de la amistad me muevo en el incierto espacio del sí pero no, o lo contrario; aunque sigo creyendo que no se puede vivir sin un amigo que en momentos de asfixia y apuro esté ahí para sacarte del agua medio ahogado, aunque esa heroicidad le suponga un descomunal esfuerzo porque le contaminas con tu mierda propia, y porque mientras esté en la heroica tarea de soportar el trance sufrirá el repulsivo olor que desprendes.
A partir de esta consideración, en la que creo, no me parece justo para mi amigo que haya tenido que soportar semejante desorden, porque desbarata el suyo propio. Bastante tenemos cada uno con el nuestro. Estoy convencido que es así, y en consecuencia creo que debo aislarme más si cabe para así no entorpecer a nadie. Ellos lo saben y por su lado también procuran apartarse prudentemente. Hacen bien, sin duda.
Creo que me estoy metiendo en camisa de once varas y este espinoso dilema de hasta dónde tiene que llegar la responsabilidad y compromiso de la amistad lo dejaré para otra entrada o momento…
La Fotografía: Seres desentendidos de otros seres, de la película Canciones del segundo piso, de Roy Andersson (2000). Una aparente contradicción de acuerdo con lo que vengo exponiendo, dado que, por lo que sé de Andersson, es un hombre inmensamente humano y sensible, mientras que yo aspiro a ser un Cyborg de última generación. Pero, tiene sentido porque lo mío es reactivo como consecuencia de haber fracasado en ser más parecido a Andersson.