12 AGOSTO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
pepe fuentes
Soporte de imagen
-DIGITAL 50
Fecha de diario
2025-08-12
Referencia
10991

DIARIO DE ENVEJECIMIENTO 66 y 3
“Aunque soy una persona creativa, me tengo más por puritano que por esteta. Sé que la vida humana es horrible. Sé que en nada se parece al arte. No tengo religión, excepto mi propia tarea de existir. Las religiones convencionales son cosa de sueños. A escasos milímetros hay siempre un mundo de temor y de espanto. Todo hombre, hasta el más grande, puede ser destruido en un momento y no tener dónde refugiarse. Toda teoría que niegue esto es una mentira. Yo, por mi parte, no tengo teorías. La verdadera política es sencillamente enjugarse las lágrimas y la lucha incesante por la libertad. Sin libertad no hay arte ni hay verdad…”. Iris Murdoch (El príncipe negro).
Domingo, diez de agosto de dos mil veinticinco

…Sigo con el desdoblamiento de la entrada de ayer para un mismo día, por ser mi cumpleaños. Dos sesiones entonces: mañana y tarde.
Paré para comer mal: una ración de paella industrial de Mercadona. Insisto en mi mal gusto y mi desprecio obligado por la buena vida. De postre he tomado sandia y yogurt. Después me he acostado a oír una novela de investigación criminal: No abras los ojos, de John Verdon. Me entretiene mucho este autor porque es capaz, a veces, en el tráfago de las complejas investigaciones de su protagonista, traer a la luz sutiles observaciones sobre el vivir en general y sentimental en particular. A veces sorprende con algún adjetivo ocurrente y  bien traído. Dave Gurney, el protagonista es un tipo listísimo y su fría racionalidad y lógica demoledora hace que sus investigaciones sean entretenidísimas. No he conseguido avanzar porque enseguida me he dormido, hasta que una llamada de felicitación me ha despertado. He recibido felicitaciones, las que esperaba (no era difícil preverlo). Lo único que les interesaba era cumplir con el protocolo rápidamente. Según han dejado entrever, lo importante es que yo esté muy feliz hoy. Por las buenas o por las malas, porque, al fin y al cabo, debía agradecer haber llegado hasta aquí, algo así me han dicho. Muy bonito todo.
Ahora son las seis y media y la felicidad ni ha venido ni la espero. Todo este asunto es pura banalidad, así que ya está bien.
Cuando he decidido escribir, lo primero que he hecho es acudir al recipiente de citas y pescar alguna ad hoc y mira tú por donde ya tenía una seleccionada para hoy, no sé cuándo lo hice y porqué. Pero ahí estaba, con la fecha de hoy al margen, y ahí está, obedeciendo a un designio que no recuerdo cuando apareció, o si ha sido ella misma quien se ha autoelegido.  La cita me gusta y bien es verdad que ahora estoy leyendo esa obra de Iris Murdoch. Todo termina encajando, hasta mis 72 años.
Por cierto, ayer hablé en tono escéptico sobre un mensaje a una anónima mujer de 62 años, que por la mañana vivía en Pozuelo y por la tarde en Valladolid, quizá tenía el don de la bilocación santa como la de María de Jesús de Ágreda (s XVII), que predicaba en Texas mientras se encontraba en el claustro de las concepcionistas, en Ágreda. Esos prodigios son cosas milagrosas, poco probables ahora, me parece.
No pensé que me contestara, pero sí lo hizo y lo que me dijo fue magnífico en cuanto a su inteligente manera de entender el paso por estas páginas y su facilidad expresiva, tan oportuna y contundente:
Hola Pepe. Ante todo, gracias por tu extenso mensaje y Felicidades por tu cumpleaños. Eres de los pocos hombres que me han enviado un mensaje largo, la mayoría se limitan al típico «Hola», lo cual ya es de agradecer. Me gusta tu perfil, pero no me gusta tu edad. Lo siento, no te voy a poner excusas falsas. Me gustaría alguien más parecido a mí en edad, creo que nos llevamos demasiados años. Es una lástima. Te deseo mucha suerte”.
La mayor suerte es que no ocurra nada, y no, no ocurre, por lo que me felicito.
No se me escapa, claro, que en el mensaje de esa amable mujer está contenido la verdad de mi realidad sentimental: su imposibilidad.
Terminé el día viendo un western muy malo en el que lo único bueno era la poderosa presencia de Robert Mitchum.
La Fotografía: Con una representación de mi alter ego (clown) entre las manos. Una tercera versión de la trilogía de mi transición de un número a otro mayor, por una escalera que no sé si es de bajada o subida (ambas son malas) en mi peligroso avanzar por la edad septuagenaria. Este juego es como el del Calamar, pasas de uno a otro y todos son más peligrosos que el anterior. Y lo peor, no hay nada que ganar y todo que perder: la vida.

Pepe Fuentes ·