15 AGOSTO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
pepe fuentes
Soporte de imagen
-DIGITAL 50
Fecha de diario
2025-08-15
Referencia
10995

  Diario de un hombre Invisible: 4
“Aburrimiento. Nada es tan insoportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin quehaceres, sin divertimento, sin aplicación. Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío. Inmediatamente surgirán del fondo de su alma el aburrimiento, la melancolía, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación”. Lola López Mondéjar
Miércoles, trece de agosto de dos mil veinticinco

Desde hace unos días estoy comprobando que tengo una insoportable vida social por profusa y frecuente, lindando con la saturación y el estrés.
Veamos, haré un pequeño balance de los últimos cinco días:
Sábado: llevé a Mi Charlie para que pasara a ser Su Charlie (de Naty), la visita duró cinco minutos, o menos.
Luego fui al Súper a comprar y había mucha gente y encima crucé tres frases sobre el embolsado de mi compra, con la cajera. Y ya está. El resto de la tarde noche no salí de mi casa ni hablé con nadie.
Domingo: mi cumpleaños, infernal. Recibí cuatro felicitaciones por mensajería, que contesté. Y, atención, ocho llamadas de la familia propia y de la anterior (cuatro más cuatro); una de un amigo y otra de mi prima. Un infierno social, sin causa y débiles motivaciones por parte de todos.
Lunes: una llamada de mi amigo hermano. Creo recordar que otra de Naty, sobre el estado de ánimo de nuestro Charlie (está delicado de lo suyo, como yo de lo mío)
Martes: una llamada de mi prima y otra de mi amigo Ángel. En ambas se planteaba la posibilidad de vernos, con una y con otro. Conjuré el peligro aduciendo que estaba deprimido y era verdad. Mucho. Me era imposible salir de mi casa.
Miércoles: a las nueve una visita planificada al banco para gestionar mi cuenta. Trabajé en una entidad bancaria muchos años, pero también hace muchos que lo dejé porque a ellos no les interesaba mi aportación, no les daba valor añadido y ellos a mí tampoco. Nos despedimos como amigos. Nada tengo contra ellos, todo lo contrario, pude llevar comida a mi mesa y sostener mi vida gracias al sueldo que me pagaron, casi por nada. Les estoy infinitamente agradecido. Curiosamente, entrar en esa oficina, hoy por la mañana, me ha causado gran turbación porque no entendía nada de lo que hacían empleados silenciosos en sus cubículos y tampoco entendí cómo pude trabajar en un sitio tan complicado. Todo lo que hizo la empleada que me atendió era enrevesadísimo para mí, inexplicable. Ahora sería imposible que yo pudiera ganarme la vida en un banco, ni siquiera con treinta años menos. De buena me estoy librando siendo un viejo inservible y que me paguen solo por serlo, sin tener que hacer nada. Luego, ya en mi casa, he mantenido una larga conversación con mi amigo Ángel, a quien no vi ayer. También con mi prima, esta vez corta, a la que tampoco vi porque estaba deprimido.
Hoy ha sido un día especialmente sociable, hasta el agobio casi, sobre todo porque con la ejecutiva comercial del banco (eso decía su tarjeta de visita) he hablado bastante porque ella se empeñaba (yo no estaba interesado en la cháchara). Ah, y lo que ha sido tremendamente molesto y sorpresivo es que para poder contratar un determinado producto tuve que hacer un test-examen y si no lo pasaba, pues nada que no  vendían la cosa; algo así como que para comprar una bicicleta tuviera que hacer una exhibición de manejo previo. Para las preguntas, elaboradas en argot financiero (inflación, rentabilidad, productos bancarios, plazos, vencimientos, y cosas de ese tenor), a las que tenía contestar si eran ciertas o falsas las respuestas implícitas; y yo, que suelo tener tantos problemas para contestar a las íntimas; las de carácter financiero, ni puta idea, menos mal que la comercial me sopló las respuestas mediante discretos gestos (nadie pudo notarlo). Uff, qué apuro, por Dios. Aprobé por los pelos, seguro.
He vuelto a mi casa cansado y agobiado, prometiéndome no ser tan imprudente en mucho tiempo, o mejor nunca más.
A ver, lo que quiero para mi vida en este tiempo, el último, es clausura y aburrimiento, no tener que hablar con nadie personalmente, a lo sumo por teléfono y con mis íntimos (no más de cuatro personas) y ya está.
No quiero quedar con nadie que ya conozca (no lo hago); y por nada del mundo conocer a personas desconocidas. Me estoy ofreciendo una cierta calidad de vida aferrándome a un minimalismo existencial reactivo y acorde con mi indiferencia creciente y el derecho a un impulsivo haraganeo a cualquier hora que me dé la gana. De paso, conseguiré mayor ligereza sentimental cuando tenga que despedirme del mundo.
PS: a López Mondéjar no hay que hacerle mucho caso, es muy exagerada.
La Fotografía: Soy yo, aunque no lo parezca porque he adoptado la apariencia del espiritualizado enclaustrado ser del que nadie sabrá nada porque no apareceré en el mundo y tampoco hablaré de nada con nadie. Solo me significaré en este diario porque no implica diálogo alguno. Voto de silencio hasta con Dios. Creo que las mujeres y hombres de clausura hablan entre sí, pero sobre todo con Dios mismo, al que dicen amar y con el que tienen abierta una línea de comunicación a cualquier hora del día o de la noche ¡inaudito! (para mí que se les ha ido la olla). Yo no, ni eso siquiera.

 

Pepe Fuentes ·