Diario de mi Felicidad 9
“No deseo nada del pasado. Ya no cuento con el futuro. El presente me basta. Soy un hombre feliz, pues he renunciado a la felicidad”. Jules Renard
Jueves, catorce de agosto de dos mil veinticinco
Vengo del cinco de julio (entrada del ocho), hace nada menos que cuarenta días que no camino por estos parajes. ¿He sido feliz durante todo ese tiempo? A ratos o días: unos sí otros no tanto. Pero tampoco hay porque centrarse en el sí o el no, en algo que, por definición no existe y si existiera lo haría en la inestable ambigüedad.
Quién podría definir la felicidad cuando la mayor parte del tiempo de nuestra vida nos encontramos empantanados en una cotidianidad sin esperanza, con el espíritu adormecido o siguiendo costumbres automatizadas, con una fatal inclinación hacia el adocenamiento y la rutinaria indiferencia.
La felicidad, probablemente, se encuentre situada en el subconsciente del mundo idealizada e irreal, o vívida como expresión de la alegría explosiva que no acabe nunca; o soñando al calor de estados de máximo apasionamiento, de exaltación amorosa o sexual; o siguiendo un empeño en el que sintamos un progreso parecido al crecimiento, al logro o el éxito.
Algo así como expresabaWalt Whitman:
¡Ay, vivir un poema de
nuevas alegrías, siempre!
¡Danzar, aplaudir, exultar,
gritar, saltar, brincar,
seguir viviendo, seguir
flotando!
Ser marinero del mundo, en
dirección a todos los
puertos.
Ser un barco (mirad las
velas que extiendo al sol y
al aire). Un barco desbordante y raudo,
lleno de palabras ricas,
lleno de alegrías”.
Obviamente, Whitman no es mi poeta de cabecera. Este poema resuena en la película El club de los poetas muertos, que tampoco es mi película preferida precisamente, más bien todo lo contrario. Vivo al margen de exaltaciones y otras maravilladas ensoñaciones y tampoco es tan terrible.
Para mí, hoy, por ejemplo, lo más cerca que he estado de la felicidad es que no he padecido de infelicidad. Me he levantado tristón y desganado, como suelo hacerlo (sabía que ninguna vivencia colorearía mi día); pero, sin embargo, ahora, a las seis de la tarde me siento razonablemente bien porque no me ha dolido nada, me he sobrepuesto a todas las pequeñas decepciones que me han ido surgiendo; he planeado un viaje al Thyssen para mañana (he comprado la entrada y los billetes de tren); he comido una ración de gazpacho frío y después alitas de pollo crujientes y de postre sandía y yogurt. He dormido 45 minutos de siesta y me he puesto a escribir esta entrada, tan contento porque antes de empezar no tenía ni idea de lo que escribir para hoy.
Por la noche, en mi patio de clausura, veré una película japonesa que ya empecé anoche: La condición humana, de Masaki Kobayashi, larguísima epopeya humanista: épica, lírica y dramática (tres películas en una, en torno a diez horas la obra completa), pero que veré justo hasta el momento que sienta el menor síntoma de cansancio o saciedad temática. Esa es mi libertad cotidiana con la me alejo de la infelicidad, y, además, en pleno silencio. No me queda otra porque no he encontrado a nadie que me guste y a quien también le guste lo que a mí me gusta (incluido yo mismo, claro).
Creo que por hoy ya está bien, me gusta cómo me está saliendo el día, a pesar de que he cometido algunos errores clamorosos, pero esos no vienen a cuento ahora. Ah, y hablando de meteduras de pata, a esas, mejor, ni caso.
Esto es lo que hay, y nada más. Mejor olvidarse de las engañosas y pretenciosas palabras como Felicidad, que, como dijo mi escritor preferido, Manuel Vilas: “Solo los seres anónimos alcanzan la felicidad”. Por eso puede que yo solo llegue a tocarla a ratos, indirectamente, como hoy, porque es imposible ser más anónimo que yo. O a lo mejor ni así. No sé.
La Fotografía: Para no perder la cabeza con tonterías esta imagen es justamente la antítesis de lo que he querido decir hoy. No sé si el autor de esta escultura (Feria Arco, de este año), es un bromista o un irónico o un acerbo crítico de los comportamientos humanos estúpidos, o simplemente es que él es así. De cualquier modo, a mí me viene bien por crítico contraste. Vale entonces para hoy.