MONÓLOGOS SOBRE ARTE 33.5
«Las obras que hoy cuelgan en el Thyssen muestran precisamente esa exigencia: piezas minuciosas, de una elegancia técnica rotunda, cargadas de ironía, melancolía y una belleza que se resiste a ser del todo cómoda. Anna Weyant mira al pasado, pero lo filtra con una mirada contemporánea, femenina, irónica y lúcida. Su mundo está lleno de gestos suspendidos, colores densos y un humor que no salva, pero sí acompaña. En esa tensión entre lo frágil y lo siniestro, lo bello y lo grotesco, es donde su pintura encuentra su voz más propia». Marina Hormigo (Vanity Fair)
Miércoles, veinte de agosto de dos mil veinticinco
… Bajé una planta para ver la exposición de Anna Weyant (Calgary, 1995). Treinta esplendorosos años tiene la inspirada artista. Comenzó a pintar o a relacionarse con el mundo del arte hace trece, con diecisiete. Es una mujer bellísima, de infinito y mareante atractivo.
Y es ahora cuando me surge, irresistiblemente, de la indiscreta punta de mi maliciosa lengua la pregunta asquerosamente obvia, de la que podría avergonzarme, pero no lo haré por pensar sin filtros, pero tal vez con prejuicios. Sí, ya sé, que no se puede ir por el mundo afirmándose insolente y estúpidamente con argumentos primarios que no hayan superado el filtro de la inteligencia, el pudor o la ética.
Sin más preámbulos, la pregunta: ¿Con solo talento y una interesante y bien elaborada obra se alcanza la gloria en tan poco tiempo? Altamente improbable. Se necesita más, mucho más. El arte por sí solo no es suficiente si no va acompañado de lo necesario para representar el rol social de brillante artista.
Anna Weyant, además de un indudable talento, es de una belleza memorable. Es consciente de los factores externos que la han ayudado y así lo reconoce ella misma: “Su relación sentimental –ya finalizada– con su representante, el poderoso marchante de arte Larry Gagosian, es uno de los puntos sensibles y clave de su biografía artística. Weyant no se muestra ingenua ante ello. “Se habló mucho de que tal vez el éxito había venido de ahí, y no lo niego en absoluto, pero sentí que, si esa iba a ser la narrativa, entonces iba a tener que ir a toda velocidad y hacer el mejor puto trabajo que pudiera”.
Una cosita más, un dato relevante (o no tanto) que implícitamente dice “mucho”: Larry Gagosian, el mayor galerista del mundo es 50 años mayor que ella…
En tan solo cinco años, sus obras alcanzaron un precio exorbitante para una artista, interesante y prometedora, pero al fin y al cabo todavía “cruda” (se necesita más tiempo para sedimentar una orientación consistente, me parece). En mayo de 2022, su pieza “Falling Woman” (2020) que representa a una mujer boca abajo, a la vez cómica y extraña, se vendió por 1,62 millones de dólares en Sotheby’s de Nueva York. No tengo fotografía de esa obra (no estaba expuesta).
Estos comentarios, incorrectos y puritanos; poco feministas, o muy feministas, depende desde el lado que se mire, no me crecen desde el resentimiento hacia los artistas triunfadores hasta la exageración, precoces, además; sino que tienen el propósito de sugerir o afirmar que en el mundo del arte hay un enorme componente que se podría llamar -puro artificio propio del mundo del espectáculo y del dinero en ingentes y obscenas cantidades- No, el mundo del arte-espectáculo, está fuera de las coordenadas humanas de valor-precio.
Vaya por delante que a mí me trae sin cuidado cómo cada uno viva y explicite sus preferencias de relación con otros seres vivos (personas o animales); carezco de prevenciones en ese sentido y defiendo a muerte la libertad individual, sea la que sea (sin daño para nadie). Lo único que pretendo con estas matizaciones es evidenciar las circunstancias extrínsecas al hecho artístico porque podría conllevar una fraudulenta mentira. En el caso de Weyant no creo que sea así, aunque pueda parecerlo.
Eso es precisamente lo que me hace dudar del valor intrínseco de ciertas obras de arte contemporáneas; sí, ya sé que una cosa es el precio y otra el valor en sí, pero en la vánitas del mundo la cotización de mercado puede dar carta de naturaleza a obras sobrevaloradas. Arte: talento (como el caso de Anna Weyant), más mercado con toda la parafernalia de la puesta en escena y juego de poder y vanidad (sobre todo eso).
La Fotografía: That’s All Folks (2024), (eso es todo amigos).