MONÓLOGOS SOBRE ARTE 33.7
“Anna Weyant mira el pasado de la misma manera en que reflexiona sobre el mundo actual, fusionando su virtuosismo pictórico, inspirado en los grandes maestros de la pintura y su enfoque clásico de la figuración, con un humor negro y un prisma de raíz femenina que da una sensación de contemporaneidad, absoluta”. Sydney Stutterheim
Jueves, veintiuno de agosto de dos mil veinticinco
… Me resisto a abandonar a Anna Weyant y su maravillosa exposición, una vez que, después de reflexionar sobre su evolución y disipadas las tontas sospechas de una posible falta de sinceridad de su obra, me entrego con fruición y sin sombra de duda al talento e inimitable originalidad expresiva de esta artista especial.
Hay múltiples razones que sostienen mi entusiasmo y una de ellas es su conexión con la historia del arte y el sabio y sutil modo de integrar, con sutileza apenas sugerida pero presente, épocas y artistas de muy variados estilos y formas: desde los primitivos holandeses, el renacimiento o el barroco y hasta las vanguardias.
Es el surrealismo, especialmente, del que está impregnada su obra, y así hasta llegar al heterogéneo caos de las redes sociales, como Instagram: “A veces me divierto jugando con la combinación de Instagram y pintura antigua”, dice la artista.
A pesar de que solo he llegado a observar de lejos su obra (acabo de conocer su trabajo), me parece ver en ella la presencia de artistas como Balthus o John Currin.
El modo de acercarse a la postadolescencia de Weyant, se me antoja cercana a la de Balthus, que a ese propósito decía: «Las niñas son las únicas criaturas que todavía pueden pasar por pequeños seres puros y sin edad…”.
A partir de esas señas de identidad artísticas que adivino, a mí Weyant solo puede interesarme hasta el entusiasmo y el gozo.
Comparto con ella el interés por un figurativismo misterioso, enigmático e impregnado de melancolía, tal vez por el sino de los seres humanos, todos condenados a la intranscendencia y finalmente a la extinción.
A medida que visito obras pictóricas singulares, personalísimas e inimitables, como es el caso de Weyant, coligo que los grandes son los que dan con una forma y estilo propio que no se había visto antes a nadie, a pesar de que puedan estar influenciados por todos, pero es un talento especial para integrar el universo entero, dándole una forma propia, lo que los distingue. Poner ejemplos sería una ardua tarea innecesaria porque los grandes de verdad están en la mente de todos…
La Fotografía: Detrás de una textura pictórica impecable, de unos encuadres rigurosa y armoniosamente elaborados y unas expresiones y actitudes equívocas por casuales, palpita un drama existencial desestabilizador y al mismo tiempo cautivador por contener una belleza inigualable.