MONÓLOGOS SOBRE ARTE 34.1
“…el tiempo es un “ahora”, que no es; el “ahora” no se puede detener, pues si esto ocurriera no sería tiempo. El tiempo es un “será” que todavía no es. El tiempo no tiene dimensión; cuando vamos a apresarlo se nos desvanece. Y, sin embargo, yo sé lo que es el tiempo, pero lo sé cuándo no tengo que decirlo, “cuando no me lo preguntan, lo sé; “cuando me lo preguntan, no lo sé”. San Agustín.
Martes, veintiséis de agosto de dos mil veinticinco
A modo de epílogo y magnífico colofón de la secuencia de diez entregas anteriores de Monólogos sobre arte, traigo un apéndice de dos entradas sobre uno de los proyectos fotográficos más humanos, emocionantes y dramáticos que puedan imaginarse (el del paso del tiempo); y lo es, entre otros poderosos argumentos, porque ha necesitado de cuarenta y siete años para desarrollarse, para madurar lentamente, y de la participación de cuatro mujeres y un artista fotógrafo.
Es un caso único y lo será eternamente en la historia de la fotografía y del arte.
Nixon tomó a Cronos por testigo y le obligó a intervenir como fedatario del hecho y significado del vivir en el tiempo a través del cuerpo, lo único que somos biológicamente, al menos.
Lo que diferencia y singulariza esta obra no es un salto brutal en el tiempo (yo tengo varios ejercicios como ese, que resultan pura anécdota porque eliminé la narración de las transiciones); no, lo esencial aquí estriba en las sutiles transformaciones a lo largo de unidades de tiempo precisas (anuales). Eso es lo que hace esta obra única y memorable.
A medida que avanzaba por la exposición, año a año, foto a foto, mi turbada aprensión aumentaba porque estaba entendiendo una verdad incontrovertible y aplastante. En esta obra, la fotografía, única e imprescindible por su capacidad de fijar exactamente un proceso, se hace grande, muy grande.
Obra emocionante y a la vez devastadora para mí por ser contemporáneo de las protagonistas, y por tratarse de una representación visible e hiperrealista del transcurrir de la vida a través del cuerpo de cuatro mujeres; pero que podría ser el mío o el de cualquiera. En la senectute sentimos la aceleración del paso del tiempo con perplejidad y desasosiego.
Obra inmensa y abarcadora; bella y convulsa por la inapelable condena que percibí en las inexorables transformaciones en los cuerpos de esas maravillosas mujeres…
La Fotografía: Las hermanas Brown, de Nicholas Nixon (1975-2022).
“Creo que la emoción real y el carácter directo de la primera fotografía es lo que hizo que a todos nos gustara de inmediato, y probablemente esa es también la razón por la que a sus padres no les gustó”. Nicholas Nixon.
Fotografió a su esposa, Bebe, y a sus tres hermanas en 1974. No quedó satisfecho con el resultado y descartó el negativo. El año siguiente, en julio de 1975, tomó una que le pareció lo suficientemente prometedora como para conservarla. En ese momento, las hermanas Brown, de izquierda a derecha: Mimi, 15 años; Laurie, 21; Bebe, 25; y Heather, 23. Bebe, esposa de Nixon, es la segunda por la derecha.