DIARIO ÍNTIMO 132
“Como un perro que aúlla interminable
que aúlla inconsolable
a la luna
a la muerte
a su tan breve vida.
Como un perro”.
Idea Vilariño
Miércoles, tres de septiembre de dos mil veinticinco
Ayer publiqué una entrada donde hablaba de la muerte de mi padre, un tres de septiembre (1978). Y un tres de septiembre ha muerto Mi Charlie.
Nada tiene que ver una cosa con otra, naturalmente; pero, han coincidido el día y el mes. En la memoria se fundirán ambos hechos en uno solo, sucedido un nefasto tres de septiembre, y da igual de qué año. Ya solo falto yo, que lo mismo puedo morir también un tres de septiembre. Cuando llegué este mismo día, que llegará infalible, yo también aullaré de desconsuelo.
En enero de este año a Charlie le diagnosticaron insuficiencia renal, con una expectativa vital incierta, creímos, aunque hoy nos hemos enterado por el expediente clínico que le dieron tres meses de vida, es decir hasta marzo de este año. Le prescribieron un estricto tratamiento de fármacos y control de la dieta. Nosotros pensamos que, con una cosa y otra, y teniendo en cuenta la suerte que siempre había tenido con las diversas enfermedades, todas superadas (hasta un tumor, en agosto de hace dos años), nuestro perrito aguantaría años ¡ilusos! El deseo nos ha jugado una mala pasada (los deseos siempre terminan apuñalándonos por la espalda).
Charlie, de un mes a esta parte fue perdiendo apetito hasta que, en la última semana podía pasarse días enteros sin comer. Perdió cuatro kilos en los dos últimos meses (de 19 a 15), estaba en los huesos. Yo decía a Naty que estaba en fase terminal porque observaba que a lo largo del día se quedaba en su cama estático, sin moverse, en estado seminconsciente. Hoy le hemos llevado a la clínica a que chequearan su estado con un análisis de sangre y lo que fuera preciso para detectar si había algún problema nuevo (no pensábamos que la insuficiencia renal lo estuviera matando tan rápido).
Le han sedado para la extracción de sangre y cuando hemos vuelto nos han dado el trágico resultado: -a Charlie, no le quedan más de cuarenta y ocho horas de vida, se está muriendo-.
La noticia nos fulminó. Enseguida hemos dicho que le aplicaran el protocolo, que le durmieran definitivamente para que no sufriera.
Naty ha bajado a despedirse de él; yo no he podido. Imposible. Prefería quedarme con la imagen de Charlie restregándose contra nuestras piernas mientras esperábamos a que le reconocieran. Ahora pienso que era su forma de despedirse de nosotros. Creo en un instinto especial de los perros hacia la muerte. He tenido varios a lo largo de mi vida y estoy seguro de que, en los momentos supremos, ellos saben.
Cuando Naty ha entrado en la habitación donde estaba adormecido, le ha hablado, y Charlie a pesar de su seminconsciencia ha movido el rabo reconociendo su voz. Imaginé ese momento y no he bajado, me habría matado algo así.
Ahora, en mi casa, a las seis de la tarde, mientras escribo esto, sigo llorando. No he dejado de hacerlo desde que he sabido de su gravedad, a media mañana. He convivido con Mi Charlie todos los días de nuestras vidas durante los diez años y medio de su existencia. Hubo momentos a lo largo de sus años, cuando se escapaba durante horas para cazar conejos que nunca alcanzaba, que sentía ataques de pánico por lo que le pudiera pasar, pero cuando volvía la alegría de reencontrarlo hacía que olvidara enseguida el incidente. Ahora eso, ya no pasará.
Ahora, que lo hemos perdido, me doy cuenta hasta dónde llegaba el vínculo emocional, vivencial y afectivo con mi perrito, que era mucho más grande e importante de lo que imaginaba.
No sé cómo será mi vida a partir de ahora, aunque sí, claro que lo sé, infinitamente más triste. Desde hace años solo cuento pérdidas y ningún encuentro que reanime mi vida. Mañana estaré más solo que ayer. Y, eso será irreversible y para siempre.
La Fotografía: Naty con Charlie, de tan solo unos meses, en 2015, muy serio y circunspecto como si ya fuera consciente de lo importante que sería para nosotros. Ha muerto hoy, en 2025. Su vida ha sido brevísima, ni nos hemos dado cuenta del tiempo que hemos pasado juntos. Cuando hemos salido de la clínica, a las once y media de la mañana, nos hemos abrazado temblorosos, llorando. Le hemos dejado allí, solo con su muerte y ya no le volveremos a ver nunca (solo sus cenizas). Ahora imagino que solo ha sido un mal sueño y que esta noche dormirá conmigo, como todas las noches. No será así, él ha partido ya para no volver.