8 SEPTIEMBRE 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
CARRETERA PERDIDA, de David Lynch (1997
Soporte de imagen
-DIGITAL 12.800
Fecha de diario
2025-09-08
Referencia
11024

DIARIO DE LA BELLEZA 11
“El normópata es un invertebrado guiado desde fuera, fácilmente manipulable, que ha huido de la angustia que la construcción de una subjetividad creativa comporta, para adherirse a las identificaciones propuestas desde la familia y la cultura. La normopatía es una forma de patología. De tal modo que, a más identidad, más rigidez patológica, menos flexibilidad, más estereotipia”. Lola López Mondéjar
Lunes, uno de septiembre de dos mil veinticinco

El otro día vi Carretera perdida, de David Lynch, que me dejó anonadado por la convulsa y enigmática belleza que contiene. Se dice de ella que carece de coherencia, a pesar de la estructura circular de su relato: una pareja, que deviene en otra, para finalmente volver a la primera, y todo en una mágica mutación donde el nexo de unión lo encarna una fascinante Patricia Arquette, de una belleza y atractivo irresistible. La mirada se pega a su delgadísimo y sinuoso cuerpo, a su volcánico erotismo hasta hacer perder el sentido de la realidad a todo aquél que la viera. Hasta yo, en la fría soledad de mi clausura y ya alejado de las efervescencias eróticas y de las pasiones desatadas, de las que apenas guardo algún recuerdo vívido, notaba que de mis odiosas cenizas podrían resurgir las pulsiones más apasionadas e incontroladas de mi cuerpo entristecido, si tuviera su cuerpo cerca.
Supe y noté algo poderoso mientras veía esta película, y fue muy sencillo: me fascinaba todo lo que sucedía en la pantalla. Y fue, esencialmente, porque las imágenes que se sucedían y todo lo que hacían las criaturas que habitan la historia resultaban hechizantes. No hacía falta otra consideración. 
Ayer, domingo, acabé el día y el fin de semana en paz conmigo mismo. Charlie me ha dado mala noche con sus ruidosos paseos por el parquet del dormitorio. Hizo que me desvelara.
Hoy no había globos en el cielo, lo que me lleva a una conclusión simplista: los viajeros en globo son domingueros, lo cual reduce drásticamente el halo de intrépida aventura del hecho de montar en globo, que siempre se ha considerado el colmo. No es para tanto, entonces. Más bien parece cosa de oficinistas pequeñoburgueses y técnicos desteñidos de cualquier cosa.
Detesto profundamente todo lo que tiene que ver con actividades recreativas socializadas, sí, esas que se hacen en grupos convenientemente uniformados, dependiendo de la actividad en cuestión: turistas (con guía o sin ella), senderistas, gimnastas, petanquistas (estos no necesitan uniforme, pero sí bolas metálicas), peregrinos (estos sí, mochila, bastón y concha), ciclistas, moteros, piragüistas, esquiadores, golfistas (todos estos últimos, las máquinas o artilugios que los definen), forofos (de lo que sea, con camiseta, claro) … y así ad infinitum. Lo importante es que se practique en grupo aquello que se haya de hacer. El que sean actividades grupales les da a todos los participantes el marchamo de personas sólidas y estables, o, dicho de otro modo, normales y sanamente integradas, luego aburridas hasta el bostezo. Está claro que esos modos no van conmigo porque soy un anormal e individualista vocacional, en el mejor de los casos; y en el peor un maniático que juega peligrosamente con el desequilibrio anímico y la rencorosa misantropía. Bueno, a estas alturas, ya está todo decidido y da igual lo que tenga que pasar.
Se nota que hoy no tengo nada qué decir ni hacer a media mañana. No haré nada en todo el puñetero día. Mañana tampoco, salvo pasar a Mi Charlie a su dueña, y luego, clausura total, ni siquiera perrito que me siga como alma en pena por la casa. Yo abro la marcha de una habitación a otra; y él me sigue, despacioso y abúlico. Cualquier día nos morimos los dos solos en casa y la noticia sería: Han encontrado un perro y su dueño muertos en su domicilio. Después de practicar las pertinentes diligencias y autopsia se ha certificado como causa del deceso de ambos: Aburrimiento. No hay precedentes contrastados de semejante y trágico desenlace. Eran raros, dijeron sus vecinos.
La Fotografía: Fotograma de Carretera perdida, la película con la que he empezado la entrada. Irradia sensualidad, erotismo apasionado y morboso, excitación, belleza lúbrica. La vida, en esta película, es belleza y sexo sublime, místico diría, una experiencia trascendente que va más allá del sexo en sí, para ser una ensoñación de la vida en el paraíso. Como ya no practico sexo (estoy lleno de resentimiento mal asumido por esa sola causa); cuando aparecen esas prácticas en una película le doy al avance rápido para así no turbarme (no me gusta el sexo que practican los demás, será pura envidia, esa que digo que no tengo, pero que a lo mejor sí); salvo en Carretera perdida, que era de tal belleza (Patricia Arquette me parecía la encarnación de un ángel pródigo en sensual felicidad), por lo que vi con delectación todo el sexo que quiso incluir Lynch, que para mayor confortación espiritual fue mucho, por cierto.

Pepe Fuentes ·