10 SEPTIEMBRE 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
oledo: Museo Cromática (Convento Concepcionistas)
Soporte de imagen
-DIGITAL (JPG) 32. (MOVIL)
Fecha de diario
2025-09-10
Referencia
11039

DIARIO DE LA BELLEZA 12.1
“Hoy en día el arte realmente revolucionario consistiría en reintroducir la noción de belleza”. Jean Claire
Domingo, siete de septiembre de dos mil veinticinco

A las doce de la mañana acabo de regresar de mi paseo. Me he instalado en el patio de clausura y compruebo encantado que se dan dos circunstancias maravillosamente placenteras: la temperatura (26º), y mi bienestar físico tumbado en mi cheslón de escribir. Nada me duele, no tengo ni hambre ni sed. Tampoco deseos. Solo un velo de tristeza porque la tumbona a mi lado está vacía (sin Mi Charlie, que ya no es mío ni de Naty ni suyo ni de nadie, porque está muerto, reducido a cenizas que espero que nos den mañana).
Continúo con mi relato donde lo dejé ayer… Llegué a la Plaza de la Concepción, donde en uno de los laterales hay un gran portalón por donde se accede a un amplio espacio que comunica con el Convento de clausura de las Concepcionistas. El enorme edificio con dos claustros, el bajo y el alto, capilla y dependencias de la clausura perteneció en origen a los franciscanos que lo fundaron en 1280, hasta que lo abandonaron para trasladarse a San Juan de los Reyes en 1501, momento en el que Isabel la Católica lo cedió a la comunidad concepcionista, fundada en 1484 por Santa Beatriz de Silva, de origen portugués.
Avancé hasta el fondo del patio de acceso y girando a la derecha, después de un trecho de unos metros encontré la puerta de acceso al Museo Cromática, un espacio que constructivamente forma parte del enorme edificio que ocupa el Convento.
El museo, según decía la promoción, se trata del segundo museo más original del mundo. Pensé que exageraban. No supe cuál era el primero.
En el pequeño espacio tienda donde se adquiría la entrada, detrás de un pequeño mostrador, había una mujer joven, en torno a la cuarentena, de melena corta rubia, ojos azules y sonrisa encantadora. Le pregunté qué podría ver en el museo (debió pensar que era idiota, porque en el cartel de entrada ya informaban que eran instrumentos musicales pintados, decorados con motivos artísticos). Lo que ella no sabía es que me encontraba con un nivel de percepción seriamente alterado por el duelo de Mi Charlie.
Dejó pasar la tonta pregunta y se dispuso a informarme con detalle y simpatía. Además de lo ya sabido, me dijo que la entrada básica costaba 8 € y que por un suplemento de 2 € más me podría tomar un café o un refresco. Y, por 8 € más asistir a un concierto de dos horas, que tendría lugar a las doce de la mañana (eran las once). Al parecer, hay dos conciertos al día, uno por la mañana y otro por la tarde de seis a ocho, los fines de semana (sábado y domingo); y uno diario todos los días en horario de tarde.
Más golosos atractivos: tenían coctelería servida por un barman campeón mundial de coctelería, según me dijo. Seguí pensando que exageraba. No obstante, a ese hombre le vi detrás de su barra y sí, tenía cara de ser un campeón; si le hubiera visto por la calle habría pensado sin dudarlo: ahí va el campeón mundial de coctelería, y me habría puesto muy contento por la coincidencia.
La mujer rubia de ojos azules me contaba esas cosas tan dulcemente que todo lo que decía me lo creía a pie juntillas, con una sonrisa tonta, además. No suelo tener ocasión de escuchar a mujeres que se dirijan a mí con tanta deferencia, como si yo fuera importante.
Compré la entrada más barata (8 €), y me dispuse a ver el museo con ganas.
Y, oh sorpresa, el acceso al interior era a través de una larga rampa en pendiente a través de un pasillo abovedado con altas hornacinas, arquería de ladrillo y algunas con fondo de piedra natural. Intensa y adecuada iluminación en todas las obras que realzaba toda clase instrumentos de cuerda, con bellísimas pinturas, tanto en su parte posterior como frontal que se podía ver ya que los instrumentos giraban lentamente, ofreciendo sus formas y decoración.
En ese pasillo había una funda para dos violines decorada por Picasso. No salía de mi asombro dado la sorprendente e inédita belleza que me rodeaba…
La Fotografía: Pasillo de entrada en el que había una guitarra pintada por un importante artista de mi ciudad, Pablo Sanguino, que fue amigo en los años ochenta (tengo dos obras suyas). Luego nos olvidamos el uno del otro y la amistad la dejamos para otro momento, en la otra vida, si es que existe y conseguimos acordarnos de que nos conocimos.

Pepe Fuentes ·